Revolución catalana de 1460-1461

Con el fin de hallar una salida a la complicada situación que se vivía en Cataluña, don Juan convocó las Cortes Catalanas que estarían reunidas por espacio de cuatro años (1454-1458) pero en estas agitadas Cortes no se resolvió el conflicto que enfrentaba a la oligarquía y la monarquía.

Asimismo don Juan continuó con la política filoremensa lo que le enfrentó con los señores laicos y eclesiásticos de la Cataluña vieja también representados en las Cortes.

Sin embargo, la reconciliación era solo superficial pues Carlos de Viana al no haber sido reconocida su primogenitura entró en contacto con el rey de Castilla Enrique IV para concertar una alianza con él mediante el matrimonio con su hermana la infanta Isabel, que entonces contaba con nueve años de edad.

[14]​ Los contactos con los emisarios del rey castellano y lo que se decía en el entorno de Carlos de Viana llegó a conocimiento del rey Juan II.

[20]​ Así la prisión del príncipe fue aprovechada por la oligarquía catalana en su enfrentamiento con el rey.

Así fue cómo se constituyó tres días después en la Casa de la Diputación en Barcelona el Consejo del Principado, integrado por veintisiete personas, nueve por cada uno de los tres estamentos del Principado.

Como ha destacado Jaume Vicens Vives, «era un título que jamás se había atribuido ningún organismo catalán» y «reflejaba el ideal “pactista” propio del jusconstitucionalismo» que defendían la nobleza y el patriciado urbano catalanes.

Así pues, los objetivos del Consejo del Principado iban más allá de la petición de la libertad del Carlos de Viana ya que perseguían una revolución política dirigida por la oligarquía catalana, «aprovechando el paso en falso dado por el monarca», concluye Vicens Vives.

[23]​[21]​[24]​[19]​ Según Carme Batlle, era una «auténtica revuelta contra el monarca» ya que la nueva institución se atribuía «funciones de soberanía popular».

Además les amenazaba con que de tales «insolencias» podrían «arrepentirse», aunque les ofrecía hablar del asunto pacíficamente y no por el camino «que por sí mismos y propia autoridad se atribuyen».

Un documento posterior así lo reflejó pues en él se decía que se había luchado tanto por la «recuperación» de don Carlos, como por la «reintegración, manutención y conservación» de las leyes catalanas.

Tres días después era detenido en Villafranca del Panadés el gobernador general de Cataluña nombrado por el rey Galcerán de Requesens ―«Ved las ratas que han cogido al gato», le gritó la gente―[25]​ y el 19 de febrero la Diputación del General culminaba el golpe al proclamarse poder supremo de Cataluña y ordenar a todos los oficiales reales que le obedecieran ―y se declaró enemigo público a todo aquel que se opusieran a la Generalitat―.[25]​[34]​[35]​[36]​[37]​.

«Así se consumó la revolución catalana del 7-8 de febrero de 1461», afirma Jaume Vicens Vives, aunque la unanimidad entre los sublevados no era absoluta pues el sector moderado no consideraba el alzamiento como una rebelión sino como una prueba de su «integérrima e incorrupta fidelidad a la corona real», mientras que el sector radical se acercaba a la doctrina del tiranicidio «considerando que el bien de la república deve ser preferido a la utilidad del príncipe».

[46]​ Por su parte Carmen Batlle ha señalado que con la Capitulación de Villafranca «la oligarquía instauraba un sistema constitucional: el rey no podía entrar en Cataluña sin permiso de la Diputación del General y el príncipe se convertía en su lugarteniente aquí, con todo el poder ejecutivo en sus manos».

Poco después don Carlos convocó a las Cortes Catalanas para que lo reconocieran como primogénito, siguiendo lo acordado en la Concordia en cuyo capítulo XI se establecía que «fuera jurado primogénito por todos los reinos y tierras vasallos de Su Majestad», pero él carecía de esa potestad pues según lo estipulado en la propia Concordia la convocatoria de cortes correspondía exclusivamente al rey, como en seguida le recordó su padre Juan II en cuanto tuvo noticia de la misma.

[54]​ Dada su incapacidad para gobernar debido a su edad el rey Juan II comunicó a una embajada del Principado que la reina Juan Enríquez sería quien ejercería la lugartenencia de Cataluña en su nombre como tutora ―«tudriu»― del príncipe Fernando, así que el 29 de octubre madre e hijo partieron para el Principado, lo que causó un «vivo desasosiego» ―en palabras de Vicens Vives― entre las autoridades catalanas pues hacía solo seis meses que habían impedido que la reina entrara en Barcelona.

Las autoridades barcelonesas dudaron pero acabaron aceptando la entrada en la capital lo que suponía reconocerla como gobernadora del Principado hasta la mayoría de edad del príncipe don Fernando.

La reina se apresuró a escribir al rey Juan II «la muy gran fiesta, alegría, reposo e celebritat» con que había sido recibida en Barcelona y de que tras su jura de las Capitulaciones de Vilafranca le correspondía a ella «la jurisdicción e todo el regimiento deste Principado».

[55]​[56]​ Con ese objetivo pidió ayuda al Sindicat dels Tres Estaments i poble de Barcelona lo que suscitó los temores de la oligarquía a que se produjera un levantamiento realista.

Patio interior y galería gótica del Palacio de la Generalidad de Cataluña , sede de la Diputación del General de Cataluña y del Consejo del Principado , dos de los tres organismos que, junto con el Consejo de Ciento , dirigieron el levantamiento contra el rey Juan II de Aragón .
Altar mayor de la catedral de Barcelona donde fue proclamado el príncipe Carlos de Viana como Lugarteniente General de Cataluña en virtud de la aplicación de la Capitulación de Vilafranca .
Iglesia de San Pedro de los Francos de Calatayud donde las Cortes de Aragón juraron al príncipe don Fernando , de nueve años de edad, como «primogénito» y por tanto heredero del reino.