En ocasiones, se les llama a los psicotrópicos (del griego psykhe, 'alma', y tropos, 'girar, tornar')[5][6].
Históricamente, las sustancias psicoactivas se han usado para contextos médicos, rituales, religiosos y para usos aprobados culturalmente (por ejemplo: opio, alcohol, nicotina, cafeína, cocaína, morfina, etc).
En la actualidad, muchos psicotrópicos son utilizados en medicina para el tratamiento de condiciones neurológicas o psiquiátricas (psicofármacos).
Las neuronas no entran en contacto directo entre sí; en las sinapsis el mensaje se transmite por medio de neurotransmisores.
Siguiendo el criterio de la acción que ejercen sobre el sistema nervioso central, las sustancias psicoactivas se suelen clasificar en depresoras, estimulantes o alucinógenos.
Se considera que una sustancia psicoactiva genera dependencia en su consumidor cuando cumple al menos tres de cuatro requisitos: Advertencia: Wikipedia no es un consultorio médico.
Por su estructura química, entendiéndose los siguientes grupos: Son medicamentos o no, permitidas desde el punto de vista legal, que incorporadas al organismo determinan un cambio en el mismo, actuando sobre el Sistema Nervioso Central.
Por mencionar algunos: el alcohol, el tabaco, el azúcar, la cafeína, los fármacos psicotrópicos (tranquilizantes, las anfetaminas, los analgésicos, los barbitúricos), entre otros.
La adicción a sustancias legales (farmacodependencia), sin la debida prescripción médica, puede provocar en el individuo efectos indeseables y nocivos para la salud humana.
En algunos casos puede darse su uso ilegal cuando se produce por fuera de una prescripción médica que responde a un plan terapéutico.
Las más conocidas son: la cocaína, la pasta base, las anfetaminas (incluye éxtasis), cafeína y la nicotina (en menor medida).
Entre las sustancias más famosas que provocan estos síntomas, encontramos a la cannabis sativa.
Los datos tabulados más abajo se basan en la legislación actualmente vigente en Estados Unidos, que es instrumentada por la DEA (Drug Enforcement Agency).
En este grupo están incluidos los llamados «tranquilizantes menores», que son ansiolíticos como las benzodiazepinas, y también los barbitúricos.
Por otro lado, también están entre los psicotropos depresores los «tranquilizantes mayores», término que se suele utilizar para referirse a los fármacos antipsicóticos.
Como podrá suponerse, los antipsicóticos no son fármacos normalmente asociados con fenómenos de abuso.
Por esto en Estados Unidos y otros países el circuito de estos fármacos no es monitoreado por organismos federales.
En particular, su uso crónico se correlaciona con el síndrome de diskinesia tardía, caracterizado por síntomas similares al parkinsonismo, con pérdida irreversible del movimiento voluntario.