El licor (del latín liquor) es una bebida alcohólica obtenida por maceración en aguardiente de hierbas o frutos, que a veces son endulzados con sacarosa, azúcar de uva, mosto o miel,[1] con una riqueza en azúcares superior a 100 g/l (expresado en sacarosa).
[2] Históricamente, los licores derivan de las hierbas medicinales, generalmente preparadas por monjes, como los benedictinos.
En países como Venezuela y República Dominicana a los mismos se les da el nombre vulgar de lavagallos.
A partir de entonces, todo el mundo empezó a buscar en ellas virtudes curativas y digestivas, siguiendo el ejemplo del doctor Brouault, quien, en 1636, puso en el mercado licores elaborados con plantas aromáticas maceradas en alcohol.
Así nació el aguardiente de cereza, al que el Delfín se referiría en la corte francesa con la marca Cherry Rocher.
En primer lugar, su número llega a ser tal que su fabricación está codificada por Demachy.
Estos licores se consideran bien como elixires de larga vida, bien como pociones cordiales, excelentes para todos los corazones.
En Estados Unidos y Canadá, donde las bebidas espirituosas suelen denominarse "licores" ( /lɪkər/), suele haber confusión a la hora de discernir entre licores y bebidas espirituosas, debido a los muchos tipos diferentes de bebidas espirituosas aromatizadas que existen en la actualidad (por ejemplo, vodka aromatizado).
Debe añadirse un agente edulcorante en una cantidad que suponga al menos el 2,5 % del licor terminado.
Los licores (y también los cordiales) se definen como productos creados mediante la mezcla o la redestilación de bebidas alcohólicas destiladas con frutas, productos vegetales, sabores naturales, extractos o edulcorantes.
Estos aditivos deben añadirse en una cantidad no inferior al 2,5 % en peso del producto final.