Invasiones germánicas en la península ibérica

Según Orosio, presbítero de Braga, «rápidamente cambiaron la espada por el arado y se hicieron amigos».

Crearon un reino que abarcaba la Gallaecia romana, incluyendo la zona norte del actual Portugal, con capital en Braga.

Las tropas de limitanei desplazadas por Estilicón hasta Italia jamás volvieron a sus puestos fronterizos en el limes.

Esta decisión no fue vista con buenos ojos entre la aristocracia galorromana que se sintió abandonada por el gobierno de Rávena.

Y llegaron a nombrarse en poco tiempo tres antiemperadores, si bien, solo Flavio Claudio Constantino logró afianzarse en el poder.

Tras una primera derrota de su avanzadilla, finalmente sus generales Edobico y Geroncio, lograron poner en fuga a Sarus y el camino quedó limpio hasta Arelate (Arlés), capital de la praefectura praetorio Galliarum, donde estableció su base el usurpador.

[5]​ Finalmente se dirigió al encuentro con su padre en Arlés y dejó como lugarteniente a Geroncio en Caesaraugusta (Zaragoza).

[6]​ El tratado o foedus con los pueblos bárbaros consistió en su instalación en la Península como fuerzas de ocupación al servicio del nuevo usurpador Máximo.

Sin embargo, la muerte del rey visigodo y la llegada del general Antenio con un ejército enviado por Constantinopla permitieron a Honorio prescindir de Alobico —principal valedor de Constantino III en Rávena— y hacer frente al usurpador en su avance hacia Italia, por lo que se vio obligado a acantonarse en Arlés.

[11]​ La victoria de Constancio fue total ya que logró tomar Arlés y apresar al usurpador Constantino III.

Así, los pueblos más poderosos elegirían primeros las zonas donde se iban a asentar como federados.

Esta circunstancia arroja más valor a la opinión del foedus entre el usurpador hispano y los distintos pueblos bárbaros asentados en Hispania.

Estaban dirigidos por Adax (o Atax), que recibió las extensas provincias de Lusitania y Cartaginense.

No cabe lugar a dudas de que el principal asentamiento suevo en sus territorios fue Braccara (actual Braga).

La ascensión al poder de Ataúlfo supuso un giro radical en el deambular histórico del pueblo visigodo.

Sigerico estará en el trono apenas seis días, pero sin embargo sus acciones dan rápidamente muestra de sus intenciones.

Estos hechos provocarán la reacción del bando antirromano encabezado por Walia (jefe de la facción baltha).

Castino tuvo que retroceder hasta Tarraco y dejó el sur peninsular a merced de los vándalos.

Esta expansión no se entiende sin el apoyo hispanorromano, que llegó a facilitar la salida de los vándalos hacia África.

[25]​ El propio Idacio, obispo de Chaves, encabezó una embajada dirigida a Aecio que se encontraba en las Galias realizando una operación militar.

A los primeros intentó atraérselos a partir de su conversión al cristianismo católico,[31]​ si bien esta conversión fue personal y no arrastró al total de su pueblo; mientras que para atraerse el apoyo visigodo contrajo matrimonio con la hija del rey Teodorico I.

Rekhiario, ante su debilidad en el poder, atacó de nuevo la Cartaginense que había vuelto a dominio romano y la Tarraconense donde consiguió un gran botín, además acuñó moneda propia.

Paralelamente, sabemos, por una breve referencia del cronista Hidacio, que en torno a 400 hérulos en siete naves atacaron despiadadamente la costa cántabra y de Vardulia en el año 456.

[36]​ El reino suevo tras la intervención visigoda se encontraba en un estado de grave crisis y es sorprendente cómo pudo sobrevivir a este período.

Maldras fue elevado a la dignidad real en Braga (457), apoyado por el territorio del convento homónimo situado al sur de la Gallaecia.

Remismundo hizo la paz con Teodorico II y existió una gran influencia en el pueblo suevo por parte del visigodo, hasta el punto que se cree que la reconversión de Remismundo al arrianismo se debe a esta situación.

Otra modalidad de reparto se producía al entrar los visigodos en España cuando ya no existe Emperador.

Estos se distribuían por todo el territorio obedeciendo a razones administrativas, políticas y militares.

En el norte conocemos un limes con guarniciones y fronteras fortificadas como en Amaya (Burgos) o Victoriacum (Álava), otra ciudad importante era la de Olite en Navarra.

También en el Pirineo nos encontramos una serie de campamentos con guarniciones, que son señalados por Barbero y Vigil.

Distribución de la península entre suevos, vándalos y alanos entre 409 y 429. La autoridad imperial únicamente se ejerce en la provincia Tarraconense , y los visigodos se concentran en la Galia . Amplias zonas de la cordillera Cantábrica quedan fuera de todo control, precisamente donde la presencia de pueblos prerromanos había tenido mayor continuidad (principalmente vascones y cántabros ).
Distribución de la península entre suevos y visigodos hacia mediados del siglo VI . Se reflejan los asentamientos bizantinos en el sur y los pueblos prerromanos de la cordillera cantábrica.
La reputación tradicional de los vándalos: una visión idealizada del saqueo de Roma en 455 por Heinrich Leutemann , hacia 1870
Las conquistas del rey suevo Rechila entre 438 y 448
Extensión máxima del reino suevo ( Regnum Suevorum ) hacia 455
La península hacia 470
El reino visigodo hacia 500