Numerosas unidades alemanas marcharon hacia el oeste para entregarse a los Aliados occidentales en lugar de ser capturados por los soviéticos.
De esta manera la llanura polaca quedó abierta al Ejército Rojo, posibilitando un ataque sin muchos contratiempos por barreras naturales, que podían ser utilizados como fortines por los alemanes.
La reducida guarnición alemana no tenía ninguna posibilidad y el 16 de enero cayó la ciudad.
En un amplio frente, cuatro ejércitos soviéticos atacaron a través del río Narew.
Sin embargo, Zhúkov siguió presionando, a costa de enormes pérdidas, pero ocasionando también severas bajas entre los defensores alemanes.
Aquella era la última posición enemiga, y la hora de la venganza había llegado al fin.
Ni siquiera nos dimos cuenta de un coche que se detenía a nuestro lado.
Cuando Hitler se enteró de que ciertos elementos del 9.º Ejército del general Theodor Busse había tenido éxito defendiendo la localidad de Cottbus (unos 100 kilómetros al sureste de Berlín), ordenó que el 9.º Ejército conservara Cottbus y destruyera a las columnas soviéticas que se encontraban al norte, y junto con el IV Panzerkorps (que se encontraba algo más al sur), envolvieran al 1.º Frente Ucraniano y lo destruyeran.
Además, las tropas del 9.º Ejército tenían ya serias dificultades para sostener su posición en Cottbus y resultaba fantasioso creer que adicionalmente pudieran destruir al 1.º Frente Ucraniano, aun contando con el mermado IV Panzerkorps, ya que incluso en este caso los alemanes se hallaban en inferioridad numérica de 6 a 1.
En Berlín los tanques soviéticos ya estaban llegando al anillo defensivo de la ciudad, mientras que en el norte el II Frente Bielorruso había avanzado 15 kilómetros más allá del Óder y tenía ocupado al III Cuerpo Panzer.
Al día siguiente, el 2.º Frente Bielorruso cruzó finalmente la línea de defensa del III Cuerpo Panzer, lo que permitió a los soviéticos y a los norteamericanos el encuentro y primer contacto cerca de Torgau, en las márgenes del río Elba.
Pronto los soviéticos tomaron los distritos de la periferia: Pankow, Spandau, y Köpenick, y después del día 25 los soviéticos habían llegado a las orillas del río Spree en varios puntos, cercando así el centro de la ciudad.
Para esas fechas los soviéticos se enfrascaron en violentos combates urbanos con los defensores alemanes, en los que fue preciso emplear obuses y artillería pesada contra edificios de todo tipo.
Keitel determinó que esta noticia no se transmitiese a Hitler, quien horas antes aún fantaseaba con posibles refuerzos del destrozado 12.º Ejército.
Las tropas alemanas en el interior hicieron un excelente uso de esto y estaban fuertemente atrincheradas.
Quedó demostrado que la Batalla de Berlín, así como las hostilidades en el Frente Oriental en su conjunto, terminaron con un triunfo soviético total.
Esa misma mañana el general Wilhelm Mohnke acude al Führerbunker para presentar su último informe personal a Hitler, explicando que la Cancillería puede resistir a los soviéticos tan solo 48 horas más; a las 13 horas el propio general Weidling, jefe de la guarnición berlinesa, confirma las palabras de Mohnke y además pide permiso para intentar una ruptura del cerco.
La lucha en el Reichstag es brutal y los defensores alemanes se parapetan bien en las ruinas; tras varias horas de salvajes combates dentro del edificio, soldados soviéticos se abren paso hacia el tejado y en la noche del día 30 hacen ondear desde allí una bandera de la URSS.
En la tarde de ese mismo día se suicida junto a su marido mediante disparos en la cabeza.
Al día siguiente se suicidan en el Führerbunker los generales Wilhelm Burgdorf y Hans Krebs.
Así, aunque un grupo numeroso de soldados y civiles llegó a Spandau, no pudo avanzar más lejos por la infantería soviética.
Otros fugitivos ni siquiera lograron cruzar los puentes sobre el Spree para escapar del área metropolitana de Berlín y fueron sorprendidos por los soviéticos, que les cortaron la retirada.
Pero al ser un civil no tenía uniforme y por tanto no podía ser presentado como oficial del Ejército Rojo, por lo que Chuikov lo encerró sin más en el armario de la sala de sesiones, ordenándole que guardara silencio.
Joseph Goebbels advierte que ante la respuesta de Chuikov las fuerzas alemanas en Berlín solo tienen como salida proseguir la lucha hasta el final.
[nota 1] Chuikov le pidió entonces que redactara una orden de capitulación para ser transmitida a todos los lugares donde aún se combatía.
La escritora Úrsula Schele estimó que unos diez millones de mujeres en la Unión Soviética podrían haber sido violadas por la Wehrmacht y que una de cada diez podía haberse quedado embarazada como resultado.
[37] Durante los meses que precedieron a la batalla, cuando el Ejército Rojo comenzó sus ofensivas en la propia Alemania, la Stavka reconoció las potenciales faltas a la disciplina que podían involucrar unas tropas vengativas y habían podido comprobar este tipo de comportamiento en cierta medida.
[38] Aunque todas las fuentes coinciden en que las violaciones se produjeron, los números presentados son meras estimaciones.
Los últimos deseos de Hitler, expresados en su testamento político, establecían que el almirante Karl Dönitz se convirtiera en Presidente del Reich, mientras que Joseph Goebbels sería el nuevo Canciller de Alemania.
Cuando la Stavka soviética se enteró de la rendición firmada sólo ante británicos y estadounidenses en Reims, exigió que el mando supremo de la Wehrmacht también capitulara ante el Ejército Rojo, alegando que una rendición «parcial» dejaba a las tropas alemanas en libertad para seguir luchando contra las fuerzas soviéticas.