El bolivarianismo es una corriente de pensamiento político encarnado en diversos movimientos nacional-patrióticos hispanoamericanos y españoles.
Algunos consideran que el bolivarianismo es algo posterior al propio Bolívar, un intento de juntar todas las opiniones, declaraciones y discursos del caudillo caraqueño en algo que pretende ser sólido, cuando no lograría ser un cuerpo de ideas concreto.
Páez también promovió la exhumación del cadáver de Bolívar desde Santa Marta y su entierro con gran pompa en Caracas.
El término bolivariano no se usaba todavía y fue aceptado por la Real Academia Española en 1927.
[14] Giménez Caballero definió al gobierno de Francisco Franco como un gobierno bolivariano donde se dio la aplicación de los ideales de Bolívar en España escribiendo que el «auténtico pensamiento bolivariano, realizado en la historia ni siquiera por el propio Bolívar, sino por Francisco Franco, gran lector y meditador sobre esta auroral y precursora figura hispanoamericana».
[16] Indalecio Liévano Aguirre, historiador revisionista colombiano (representante de la izquierda populista), expuso que Bolívar fue un precursor del asistencialismo estatal que se encuentra en las socialdemocracias modernas, mientras considera a sus opositores como representantes de una incipiente oligarquía capitalista que se oponía a sus decretos dictatoriales por tener un contenido social-reformista, criticando a la historiografía dominante por enfocarse en los aspectos conservadores y menospreciar este aspecto con influencias liberales.
Sin embargo, debido al ascenso de bolivarianos socialistas, como Hugo Chávez, y reacciones socialdemócratas o nacionalistas conservadoras, se ha querido entonces opacar esta interpretación del pensamiento bolivariano.
Por ello, verían al chavismo (concibiendo a un Bolívar reformista y agrarista) como una contradicción con el espíritu liberal del Bolívar histórico, influenciado en gran medida por su admiración hacia el pueblo inglés y su constitucionalismo, así como provenir Bolívar de las clases altas Mantuanas y su defensa de los intereses del empresariado.
[22] También se sabe que Bolívar tenía correspondencia con liberales contemporáneos, como el utilitarista Jeremy Bentham y el arzobispo Dominique Georges Dufour de Pradt (condenado por la iglesia católica por su liberalismo), con los que compartió ideas, incluso tras su giro dictatorial de 1825.
Pablo Macera lo explicaría en base a como, en la coyuntura peruana, su dictadura republicana de Bolívar era la propuesta liberal-radical, frente al proyecto monárquico de San Martín, que era un liberalismo-moderado (incluso conservador en ese contexto), por estar cooptada de una concepción filo-tradicionalista y señorial de la vida para apaciguar a la aristocracia peruana y sectores populares realistas (como los Iquichanos y otras comunidades indígenas) a los cuales San Martín no estaba dispuesto a subyugar políticamente en el corto plazo, pero si Bolívar, incluso si eso le ganaba la antipatía de las masas peruanas, quienes tenían una tendencia socio-política más a fin a lo Reaccionario, siendo causa de cierto Antiperuanismo.
Caballero considera que el bolivarianismo ha podido desarrollarse ante todo por un profundo desconocimiento de la historia.
Caballero hace referencia a cómo ya el movimiento fascista italiano había usado la figura de Bolívar.
Así, el ministro Giuseppe Bottai escribe que "la Italia fascista vislumbra en Simón Bolívar un temperamento en extremo cercano a nuestra sensibilidad política.
Bolívar no sólo es un Libertador, sino también y sobre todo un hombre de armas, un condottiero.
[26] Al final de su vida, Bolívar se habría convertido en un profundo conservador.
[28] En cuanto a la escuela liberal, Roberto Botero Saldarriaga[29] y Luis Eduardo Nieto Arteta[30] creyeron que la represión política asociada al régimen dictatorial de Bolívar había sido "absolutamente regresivo" e indigno del Libertador, quien se había dejado influenciar por algunos clérigos y una casta militarista y "entregosé con furia a destruir" los logros obtenidos por Francisco de Paula Santander.
[32] Lo cual haría anacrónico el discurso chavista de un Bolívar preocupado por la justicia social.
La segunda escuela, los "canonistas" o "ultramontanistas", argumentaron que el patrocinio originalmente no era laico, sino espiritual, y se fundaba únicamente en las concesiones pontificias que Alejandro VI, Julio II y sus sucesores otorgaron a los monarcas españoles.
[46]El historiador alemán, Michael Zeuske, consideraría entonces al pensamiento bolivariano de haber sido en un corte "aristócrata rancio y esclavista"[44].
Muchos analistas de la trayectoria del libertador concluyen que Bolívar estaba a favor del abolicionismo, no tanto por cuestiones morales sobre justicia y libertad, si no que por el fin de facilitar la obtención de reclutas negros y liberales a su ejército según las circunstancias del momento, preocupado más por evitar una rebelión esclava como la Revolución haitiana (al involucrarlos en guerras intestinas que redujeran su población y amenaza) antes que lograr la completa abolición (pues era perjudicial a los intereses de los terratenientes).
Mientras tanto, el discurso de un pensamiento bolivariano, con simpatías a la causa indigenista, es algo que se considera antitético con la verdadera opinión de Bolívar sobre los indios, influenciado por el "Mito del buen salvaje" del racismo científico ilustrado, y por el cual Bolívar creía que la la autonomía de los indígenas, que habían heredado del régimen colonial con la Republica de indios, debía terminar mediante su integración a la nación, bajo el discurso de la Igualdad ante la ley para camuflar fuertes prejuicios contra los indígenas en su proyecto nacional.
A los indígenas, a quienes dedicó sus peores insultos (con frases como: "Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo.
Otra medida que lo hizo detestado por los indígenas fueron las tasaciones hechas en pleno caos bélico, sin control y muchas veces por funcionarios miembros de la aristocracia criolla o comprados por ella, que permitieron la división individual de sus tierras comunales y su compra por los hacendados (lo mismo haría en Bolivia, ganándole las críticas de indianistas contemporáneos en aquel país[52]), además de restituir tributos, mitas y pongüeajes indígenas para ayudar a las finanzas peruanas.