[5] A palabras de la escritora Lydia Inés Múñoz Cordero, el fenómeno del fidelismo en Pasto era total y absoluto por voluntad propia: "en San Juan de Pasto vivían satisfechos con el gobierno del rey y no existía la posibilidad de traicionar al rey, ya que Pasto había empeñado su palabra y le habían jurado fidelidad."
Aquella feroz resistencia generó mucha molestia en los gobernantes colombianos y surgieron algunas voces jacobinas que buscaban masacrar a la población como castigo.
Las tropas realistas, lideradas por el coronel Basilio Modesto García, derrotaron al ejército dirigido por Simón Bolívar, a pesar de su inferioridad numérica y tecnológica.
[10] Llegando a adoptar un punto de vista donde el pueblo era retratado bajo el mito de un demonio pastuso asociado al demonio español, como si no poseyera cualidades comunes con los patriotas que le merezcan alguna redención.
[9] Todo ello sería logrado por medio de una negociación con las élites (como el obispo Jiménez de Padilla), mas no con sectores populares (quienes no fueron consultados en un Cabildo abierto), quienes se sintieron profundamente disgustados y vendidos (sin realizarse festejos con corridas de toros y espectáculos de pólvora como era la costumbre local, expresando tal frialdad su desacuerdo con las decisiones tomadas por las autoridades militares),[16][9] así lo nombra Bolívar en una de sus cartas:“… estos hombres son los más tenaces, más obstinados […] la voluntad del pueblo está contra nosotros, pues habiéndoles leído aquí mi terrible intimidación, exclamaban que primero pasarían sobre sus cadáveres, que los españoles los vendían y que preferían morir a ceder […] Al obispo le hicieron tiros porque aconsejaba la capitulación.
[11] Las tropas patriotas al inicio fueron derrotadas en la primera batalla Cuchilla de Taindala en el Río Guáitara y se tuvieron que retirar a Túquerres, mientras los realistas se apoderaron de sus armas y vestimenta, así como consiguieron el apoyo de la región, que les donó reses, armas, dinero y jóvenes reclutas, teniendo el control durante los siguientes 3 meses.
Ni las monjas en los conventos estaban a salvo de aquella orgía libidinosa.
El mariscal Sucre en cartas a Bolívar, lejos de sentirse afectado por posibles remordimientos, llegó a resaltar el animo entre las tropas por los eventos, mencionando que estaba más preocupado por evitar deserciones que por intentar poner disciplina a la tropa:[8] A su vez, Bolívar en sus cartas expresaba su responsabilidad total en los acontecimientos, mencionando con orgullo y satisfacción que muchos de esos acontecimientos fueron operaciones militares co-ordinadas entre su alto mando:[20] Respecto a los muertos, en las calles se acumuló una cantidad aproximada de 500 cadáveres, la mayoría teniendo el cuello cortado y otra clase de fracturas.
También se utilizó el llamado “matrimonio cívico” consistente en lanzar parejas de indios a las aguas del Guáitara así ahorraban municiones.
Mientras que ciertos sectores de las élites, aunque igualmente frustrados y maltratados por la república y su ejército invasor, percibieron en cambio que era más ventajoso conciliarse con el nuevo régimen que mantener una lucha altamente costosa y que estaba presentando menores posibilidades de triunfo, además de considerar imprudente el querer seguir provocando, en vez de negociar por su seguridad, contra un enemigo que se había vuelto virtualmente más poderoso, ya no pudiendo seguir apoyando a sus mejores aliados en las luchas anteriores (los indios y las comunidades campesinas).
[35]En cuanto al trato a los Prisioneros de guerra, O'Leary relato lo siguiente:[36]
Yo he dictado medidas terribles contra ese infame pueblo y Ud., tendrá una copia para el ministerio, de las instrucciones dadas al general Salom.
[38][10]Para el año de 1825, desde Bolivia, Simón Bolívar siguió dando órdenes para continuar el castigo contra la gente de Pasto, expresando una voluntad total de realizar sufrimiento al enemigo:“Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país una colonia militar.
De los aproximadamente 12000 a 8000 habitantes que había en Pasto, terminaron quedando aproximadamente 3000 a 1900 personas, siendo el resto asesinada por muertes extrajudiciales, exiliada y deportada a otros pueblos andinos en Ecuador y Perú, u obligadas a participar, contra su voluntad, en el resto de campañas de Bolívar en otras partes de Sudamérica:[36][41] Todas las postrimerías del evento son sintetizadas por el historiador ecuatoriano, Roberto Morales Almeida:[36]
Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados.
los que se presenten para ser expulsados del país y mandados a Guayaquil.
El general José María Obando y el voluntario irlandés Daniel Florencio O'Leary dedicaron las siguientes palabras:[36] José María Córdova alarmado por este gravísimo error político e histórico lleno de una absurda violencia, que de hecho nunca debió ser permitida, le pidió a Sucre que cesara la matanza.
Ante su fuerte insistencia, ordenó Sucre, al tercer día del genocidio, que este Coronel, con el cuerpo que comandaba, desarmara a los enloquecidos y borrachos soldados, en particular a los del “Rifles”, compuesto por venezolanos y mercenarios ingleses.
Francisco de Paula Santander, notando el estado conflictivo que se encontraba en Pasto, envió una carta a los jefes realistas con intención de lograr un entendimiento y buena diplomacia (aunque siendo una iniciativa muy tardía ante los sentimientos de ira, venganza y desconfianza entre los pastusos) en el que expresa un juicio crítico a las acciones tomadas por Bolívar, Sucre, Salom, Cruz Paredes, Flores, el Batallón Rifles, etc contra los pastusos, a los que consideraba necesario el otorgarles ciudadanía colombiana:[10] Agualongo no llegó a responder por estar viajando hacia la costa del Pacífico, mientras que la respuesta de Merchacano fue de total rechazo, lanzando graves críticas al gobierno colombiano por sus acciones en Pasto que han sido contrario a los valores de la Religión católica, negándose a negociar en el futuro con la Gran Colombia, a menos que sea con representantes del Rey de España y acorde a sus leyes:[10] Sin embargo, tiempo después, Santander, en carta a Bolívar se referiría a los pastusos con la misma sintonía despectiva que tenían el resto de figuras del estado colombiano, tratando de hacer la vista gorda frente a la crueldad desatada y que fue permitida por ambos líderes, lo que haría suponer que las anteriores declaraciones más indulgentes fueron maniobras políticas oportunista:[44] En cuanto a como fue tomada la situación por la población pastusa de tanta inquidad, el historiador ecuatoriano, Nicolás Augusto González menciona las siguientes emociones:[36] Sin embargo, también se presentaron voces que intentaron minimizar, o incluso justificar con cinismo, los oscuros acontecimientos de la Navidad Negra.
[8] De esa nefasta Navidad de 1822 se han transmitido muchas historias, que aún se expresa en la memoria popular a 187 años después, pues este evento no ha perdido vigencia en Pasto.
[32] Aquellas búsquedas son reforzadas por el hecho de que numerosos entierros han sido descubiertos en viejas viviendas o en los patios de antiguas casonas coloniales, evidenciando que hay mucho aún por descubrir y desenterrar en la ciudad.
Tal fue la masacre, que la Calle del Colorado obtuvo su nombre para recordar la cantidad de sangre que allí fue derramada por las víctimas pastusas durante la Navidad Negra, pues la calle quedó "colorada en sangre".
[6][46] Para la ocasión, analistas pastusos como Fabio Arévalo Rosero dijeron:[47] La frase popular “el tiempo de los Rifles” es dicha por la población local para señalar que hay o se aproxima una cruenta catástrofe.
[49] Otros historiadores y escritores pastusos (mayormente del Centro de Historia de Pasto) que narran el evento han sido Enrique Herrera Enríquez, Alberto Montezuma Hurtado, Arístides Gutiérrez, Leopoldo López Álvarez, Manuel Dolores Chamorro, etc.
Siendo escenificados los caudillos realistas locales y el pueblo pastuso, aunque usualmente los primeros como adversarios de los protagonistas, y los segundos como atemorizados habitantes (la actriz Dora Cadavid, interpretando a una madre pastusa que llora a su hijo asesinado, se encarga de reflejar el dolor de los Pastusos en la segunda serie).
El general Agustín Agualongo sería interpretado en las tres series por: Héctor Rivas, Jairo Soto y Edilberto Gómez; mientras que Antonio José de Sucre es interpretado, en la primera serie, por el actor Gabriel González (cuya voz narra los hechos de aquella tragedia); y el comandante Benito Boves es interpretado por Sebastián Ospina en la segunda serie.
[55] A su vez, se ha notado que entre los pastusos hay un fenómeno cultural de "neo-realismo" o "agualonquismo", expresándose entre sus artistas e historiadores, aunque no llegando a ser un movimiento popular, pero si habiéndose extendido entre el ambiente educativo y familiar, con el respaldo de la Academia Nariñense de Historia o con personalidades como Evelio Rosero Diago o el político Antonio Navarro Wolff.
[52] Durante el año 2010, se hizo famosa una pintada con la frase "Pastuso ASESINADO por: SIMON BOLÍVAR", que aparecía en varias calles y monumentos de la ciudad.
Dichos actos son considerados, por parte de estos críticos, como actos humillantes a la memoria regional, e incluso una "estupidez" con tal de satisfacer a los dirigentes «bolivarianos colombianos», ya sean nacionales como regionales.
A su vez, la actitud pasiva e indiferente de Sucre, ante la orgía hecha por las tropas que lidereaba, contradice radicalmente la imagen épica que se le ha construido en Ecuador, Bolivia, Venezuela y Colombia.