Su obra fundamental se nutrió teóricamente de las doctrinas que el cierre del siglo XIX había dejado en boga: el evolucionismo y el positivismo.
La precaria educación formal que hasta la adolescencia recibe Laureano Vallenilla Lanz sólo encuentra reparación en la biblioteca paterna, donde la lectura es hábito que le van cimentando autores más bien inusuales para su edad: John Stuart Mill, Augusto Comte, Herbert Spencer y Charles Darwin.
En 1889 la decisión es un hecho: está de regreso en Barcelona y escribe en las páginas del periódico La Nueva Era.
La suerte parece detenerse en 1902, cuando el gobierno de Cipriano Castro se ve amenazado por la Revolución Libertadora, liderada por el general y banquero Manuel Antonio Matos.
Influyen entonces notablemente en su concepción de la sociedad y de la historia, los autores Charles Langlois, Ernest Renan, Charles Seignobos, Gustave Le Bon, Hippolyte Taine y Célestin Bouglé.
[5] En 1909, con la llegada al poder del general Juan Vicente Gómez, Vallenilla es trasladado nuevamente a Ámsterdam, con idéntico cargo.
[6] Casi inmediatamente vuelve a aparecer su firma en las más importantes publicaciones periódicas de la capital.
Ese mismo año es designado Intendente de Instrucción Popular en el Distrito Federal.
[7] Dos años más tarde es condecorado con el Busto del Libertador, por sus investigaciones en el campo de la historiografía venezolana y sus servicios en la administración pública.
En 1919 vuelve sobre su tesis del gendarme necesario, ahora convertida en capítulo de un libro completo Cesarismo democrático.
A este texto se suma en 1930 otro nuevo libro, más denso y ambicioso: Disgregación e integración.
Recorre allí el desarrollo evolutivo de la sociedad venezolana, que concibe como un proceso dinámico; inestable y disgregativo en una larga etapa, como producto de características propias que se manifiestan en instituciones públicas incongruentes con la realidad; e integrador luego, como resultado del ejercicio del poder por parte del caudillo, que deviene en elemento unificador y regulador de las relaciones sociales.
Sus últimos días de vida se vieron oscurecidos por las acusaciones que le tocó afrontar.
[8] Ideólogo del régimen del general Juan Vicente Gómez y autor de la tesis del «gendarme necesario», Vallenilla utilizó todo el andamiaje de las doctrinas científicas en boga para defender como necesidad histórica, desde el terreno periodístico y académico, la existencia de regímenes caudillistas y autoritarios en Hispanoamérica.
Aunque tales ideas fueron motivo de agrias polémicas entre sus pares latinoamericanos y no sobrevivieron a la dictadura, este destacado exponente del positivismo hizo importantes aportes a la comprensión de la historia venezolana.