Su tema era la religión: Dios como figura central, la Iglesia y las virtudes que todo creyente debía practicar.
Pese a la interpretación del historiador Prelot, la estructura del poder político en la Europa latina, desde la elevación del cristianismo a religión oficial del Imperio, estaba enmarcada en una dualidad de poderes caracterizada por una poco clara separación de jurisdicciones entre el poder espiritual y el poder real; donde el primero tenía superioridad sobre el segundo y se mostraba como fuente de autoridad, sobre todo, tomando en cuenta las prerrogativas eclesiásticas de lectura y enseñanza como las venia legendi y venia docendi respectivamente.
Por un lado, el respeto debido a los poderes establecidos sobrevive al emperador Mauricio y se traduce en una actitud de cooperación con Focas.
Pero por otra parte, el poder sacerdotal empieza a ejercer una influencia decisiva sobre los nuevos reinos bárbaros, débilmente institucionalizados.
Gregorio escribe a Childeberto: "Ser rey no tiene en sí nada de maravilloso, puesto que otros lo son.
Aunque las relaciones entre ambos se tornaron tensas, la repentina muerte de Carlomán evitó que estallara la guerra.
Asimismo, para Carlomagno a finales del siglo VIII, al igual que para Agustín de Hipona en el siglo V, la cláusula filioque pudo haber tenido la ventaja adicional de avalar la doctrina del pecado original y, por ende, la necesaria obediencia a la autoridad imperante.
Quienes rodean al Papa, aunque agradecidos de la protección que el rey franco les proporciona, no parecen muy dispuestos a concederle la dignidad imperial.
Así las cosas, el poder carolingio, desechando definitivamente las viejas estructuras del derecho romano ausente, se convierte en un esquema de dominación con base y fines religiosos que abre intelectualmente el camino al sacerdotalismo gregoriano del siglo XI.
En segundo lugar, con la firma del privilegio en 962, habían desplazado a los patricios romanos de su influencia en el papado.
Por ello, Gregorio VII prohibió la investidura de los obispos por los laicos en 1075 y, con respecto al crimen de simonía, se propuso proceder no solo contra el delincuente eclesiástico, sino directamente contra el gobernante secular, que era tan culpable como aquel.
Sin embargo, ratione peccati (por razón del pecado), los emperadores y los reyes dependen de los papas.
[9] La creencia común en que la política tiene su origen en el pecado, a veces era exagerada por Gregorio VII para presentar al gobierno como si fuese "bandidaje en gran escala".
Esa posición es defendida por el erudito escolástico Manegold de Lautenbach en su Liber Ad Geberhardum (escrita entre 1080 y 1085).
Paralelamente a esta afirmación, sostuvo que los emperadores debían ser elegidos por los papas, con el consentimiento de los príncipes.
No obstante su encuadramiento en el agustinismo político más extremo, también sostuvo que en materia estrictamente secular los reyes debían ser obedecidos por los sacerdotes.
La defensa de la fe cristiana se había convertido, desde la primera peregrinación armada a Tierra Santa, en guerra contra los musulmanes.
Se habían fundado órdenes militares para proteger los templos, los monasterios y a los creyentes en los territorios del Reino de Jerusalén.
La idea de la espada (gladius) fue muy empleada en el mundo jurídico romano para referirse al poder coactivo: "Imperio es tener potestad de espada (habere gladii potestatem) para castigar a los hombres facinerosos, el cual también se llama potestad" (Ulpiano, Digesto, II, 1, 3).
Existe un orden superior, establecido por el propio Dios, vinculante para todos, débiles o poderosos.
Juan se muestra siempre preocupado por resaltar la necesidad de establecer un vínculo ético entre las personas y su lugar en el cuerpo social.
En este aspecto, las fuentes de la teoría expuesta por el teólogo inglés son Cicerón, Séneca y algunos textos poéticos.
En 1296 promulgó la bula Clericis laicos en la que prohibía a los soberanos cualquier exacción fiscal sobre el clero sin autorización pontificia, bajo pena de excomunión.
Si bien algunos clérigos juzgaron conveniente la medida, otros se opusieron e iniciaron una campaña en contra de la causa del monarca franco.
Cuando la bula Ausculta fili llegó a la corte francesa, el canciller capetino Pierre Flotte la hizo quemar y la sustituyó por una apócrifa titulada Scire te volumus.
[22] Con independencia de que ese gobierno temporal sea encabezado por un cristiano o un pagano, "todo lo que se halla ordenado a un fin avanza unas veces rectamente y otras no; por ello la sociedad en ocasiones es bien dirigida y en ocasiones mal.
Sin embargo, la Iglesia no podría hacer lo mismo con un príncipe pagano que cumpliera con los preceptos de la ley natural.
[25] Por lo tanto, si la propiedad privada era una convención humana, su regulación estaba dentro de las cosas temporales y por fuera del poder eclesiástico.
Y para probar esto ni son suficientes aquellas palabras de Lucas (22, 38): ‘Señor, hay aquí dos espadas’.
Luego para probar que el Papa tiene ambas espadas es menester recurrir a otra prueba”.