Marsilio de Padua (c. 1275 - 1342-43) fue un filósofo italiano, pensador político, médico y teólogo.
Si bien algunas fuentes indican el año 1275, no se tiene certeza al respecto.
El tiempo transcurrido en dicha ciudad influyó en gran medida en la evolución de su pensamiento.
Se puede definir a la obra de Marsilio como el producto de tiempos en los cuales confluían las virtudes del ciudadano, el nacionalismo francés y el imperialismo alemán, permaneciendo, sin embargo, ajeno a toda parcialidad y dotada de amplia autonomía y objetividad.
Para Marsilio esta exigencia tiene características genuinamente humanas que no responden a finalidades éticas, sino reales, contingentes e históricas.
Ahora es necesario determinar la manera en la cual se manifiesta y expresa esta voluntad popular.
Será la mayoría, entendida cuantitativamente, la que, según la teoría marsiliana, representa y manifiesta la voluntad del pueblo.
En la base está la consideración de que, siendo el individuo parte del pueblo, está obligado a aceptar sus decisiones, no pudiendo contrastarlas con el pueblo mismo, del cual es parte.
En los principios políticos de Marsilio es extraño Dios, quien, sin embargo, estaba presente en las instituciones medievales como causa y fin.
Entre tantos escritores que se sirvieron del término Imperio, tal vez solamente Dante lo entendió en la plenitud de la acepción y sobre todo como necesario.
Marsilio configura al Estado como un organismo compuesto en el cual se encuentran Partes, que tienen cada una su propia función.
El objetivo principal del Estado es: En la segunda parte del Defensor Pacis Marsilio dedica al problema de las relaciones Estado e Iglesia y a su resolución muchas más páginas que en la primera parte.
El sacerdocio, por su carácter político derivado de ser una función del Estado, es por este mismo regulado.
Marsilio examina el concepto de Iglesia con todos sus atributos y en sus funciones, Continua definiendo a aquellos que la conforman como:
La definición Papa potest dici Ecclesia es el resultado de la ardua lucha por la primacía, cumplida por los grandes papas del Medioevo y el programa de un futuro no muy lejano.
Los obispos deben someterse al Concilio, pudiendo todo poder, a ellos concedido, ser revocado en cualquier momento.
El Concilio puede determinar la preeminencia de un obispo sobre los otros, pero solamente con carácter puramente administrativo, no incluyendo en esta relativa superioridad alguna supremacía o inmunidad.
Marsilio niega la primacía espiritual o temporal, del obispo de Roma, el Papa.
De este proceso el pueblo no fue consciente, tanto que al final llegó a aceptar la primacía romana como querida por Dios.
Marsilio niega la necesidad de cualquier mediación eclesiástica Le quita toda la fuerza coactiva a la autoridad eclesiástica e incluso la excomunión, después de un juicio regular, es deferida por el Concilio Ecuménico.
Es aceptado el cuerpo de los cardenales, con tal que haya una más extensa representación nacional.
La teoría marsiliana se distingue del naturalismo aristotélico en cuanto, mientras el segundo mira más que a cualquier otra cosa a la naturaleza, Marsilio pone al centro y como fundamento de su obra al hombre mismo como ser libre y consciente.
Es el pueblo a quién concierne el derecho de formular anéxos o modificaciones, cosa que hará De la Universitas Civium son excluidos los niños, las mujeres, los esclavos, e incluso los extranjeros.
Esto no objeta una luz negativa en la obra de Marsilio, si se considera la época en la que vivió.
En el siglo siglo XV es estudiado en Erfurt, Viena, Mónaco, y sobre todo en Italia, dando testimonio del interés por la cultura italiana que ve a Marsilio junto a Francesco Petrarca, Coluccio Salutati, Giovanni Boccaccio, Poggio Bracciolini, Guarino y algunos otros.
Nuestro autor no teme lanzarse contra una institución bastante fuerte por una larga tradición y costumbre: la Iglesia.
Niega el primado de Pedro y de Roma, afirma la necesidad del regreso del clero a aquella pobreza evangélica tan importante para algunas sectas reformistas, las cuales seguramente conoció y comprendió su pensamiento.
Puede parecer un racionalista, un positivista, pero siempre ubicando al ser humano en el centro de toda su obra.
Nuestro autor se encuentra unido a Dante en la visión de la situación geopolítica italiana: ambos con gran dolor observan las desoladas condiciones en las cuales se encontraba Italia, desmembrada en el territorio y dividida en los ideales.