Poderes universales

No obstante, los poderes universales pervivieron durante la Edad Moderna, aunque su inoperancia en las relaciones internacionales fue evidente desde la segunda mitad del siglo XVII.

No obstante, se asistió periódicamente a intentos de recuperar el poder imperial (Otón III, Enrique II), que en ocasiones llegaban a espectaculares enfrentamientos (Enrique IV, Federico I Barbarroja, Federico II Hohenstaufen).

Ambos poderes universales llegaron muy debilitados a la Edad Moderna, aunque su capacidad seguía siendo notable, y no era descartable su recuperación, como intentaron sin éxito el emperador Carlos V[5]​ o los pontífices del Renacimiento (Alejandro VI o Julio II), cuyas pretensiones se evidenciaron imposibles, sobre todo tras la Reforma protestante.

La realidad que se impuso durante todo el Antiguo Régimen fue la de las nuevas monarquías autoritarias (Monarquía Hispánica) que evolucionaron hacia el absolutismo (Francia) o hacia las precoces revoluciones burguesas (Holanda —guerra de los 80 años— e Inglaterra —revolución inglesa—).

El siglo XIX presenció el final de ambos poderes universales como entidades territoriales: el Sacro Imperio fue abolido formalmente por Napoleón Bonaparte, que instauró el suyo propio, y aun derrotado este, aquel no fue restaurado en la recomposición del mapa europeo debida al Congreso de Viena (1814-1815).

Entre tanto, el papel dirigente de Prusia en la recién creada Confederación Germánica llevó a la constitución del Segundo Imperio alemán en 1871.

También se aplicó el término a las posesiones territoriales ultramarinas de los estados europeos: Imperio británico (que se justificaba por el Raj hindú que hacía de la reina Victoria emperatriz de la India); Imperio francés (el del primer Napoleón y el del Tercero, aunque siguió utilizándose la denominación para las colonias con la Tercera República); Imperio italiano (que Mussolini buscaba en África).

El papa Pío II y el emperador Federico III .
El papa Juan XII y el emperador Otón I .
El antipapa Clemente III y el emperador Enrique IV .
El emperador Carlos V se reconcilia con el rey Francisco I de Francia animados ambos por el papa Paulo III ; óleo de Sebastiano Ricci .
Coronación de Napoleón y Josefina ante el papa, reducido a un papel meramente observador, óleo de Jacques-Louis David .