Nació en una familia culta, pero sin particular afición musical, y demostró su talento para la composición cuando apenas era un niño.
Tras graduarse en 1865, Fauré se ganaba la vida de forma modesta como organista y maestro, lo que le dejaba poco tiempo para componer.
En 1922 se le rindió un homenaje musical nacional sin precedentes en París, encabezado por el entonces presidente Alexandre Millerand.
Fauré tenía algunos admiradores en Inglaterra, pero su música, si bien era conocida en otros países, tardó décadas en ser ampliamente aceptada.
[7] Miembros de la familia fueron anteriormente terratenientes importantes, pero hacia el siglo XIX sus medios económicos se redujeron.
El abuelo paterno del compositor, Gabriel, era un carnicero cuyo hijo se convirtió en maestro de escuela.
[16] El régimen de la escuela era austero, los cuartos lúgubres, la comida mediocre y los jóvenes estaban obligados a vestir un elaborado uniforme.
[29] Su primer alumno en el colegio fue André Messager, quién se convertiría en un amigo de por vida y ocasional colaborador suyo.
[33] Otros miembros que participaron fueron Georges Bizet, Emmanuel Chabrier, Henri Duparc, Vincent d'Indy, César Franck, Édouard Lalo y Jules Massenet.
[38] Según Nectoux, los Clerc fueron la familia comprensiva que Fauré no tuvo durante su estancia en la escuela de Niedermeyer.
[41] En enero, se interpretó su primera sonata para violín en un concierto en la Société Nationale con gran éxito, lo que marcó un punto decisivo en su trayectoria como compositor a los 39 años.
[43] Desde 1878, Fauré y Messager se embarcaron en viajes fuera del país para ir a ver óperas de Wagner.
[44] A menudo Fauré y Messager interpretaban para animar las fiestas el irreverente Souvenirs de Bayreuth, compuesta por ambos en 1878.
[47][nota 4] Si bien el matrimonio era afectivo, Marie se mostraba resentida por las constantes ausencias de Fauré, su vida doméstica —horreur du domicile— y sus amoríos, mientras ella permanecía en casa.
[57] En este período, Fauré escribió una gran cantidad de obras, entre las cuales se incluyen piezas y canciones para piano; sin embargo, las destruía después de interpretarlas unas cuantas veces y solo conservaba unos cuantos movimientos para reutilizar los motivos.
[63][64] Durante este tiempo, o un poco después, comenzó el enlace de Fauré con Emma Bardac; en palabras de Duchen, «por primera vez, a sus cuarenta y tantos años, experimentó que le correspondían, una relación apasionada que se extendió durante varios años».
[74] Por lo tanto, su solicitud fue rechazada y se optó por elegir a Dubois para el puesto, tras lo cual Massenet renunció enfurecido.
[5] Desde la perspectiva de Fauré, sus alumnos necesitaban una base firme en habilidades básicas, así que delegó esta responsabilidad con felicidad a su asistente André Gedalge.
Su estreno, en agosto de 1900, fue un gran éxito, a tal grado que se repitió en Béziers al año siguiente y en París en 1907.
[89] Más tarde, Elgar escribiría una carta a su amigo Frank Schuster donde le diría que «Fauré era un verdadero caballero —de la mejor clase de hombre francés— y lo admiré extremadamente».
Aun así, mostró disposición para ayudar a jóvenes compositores, entre ellos algunos miembros de Les Six, que eran sus seguidores.
Quizás cuando los músicos ingleses conozcan mejor su trabajo, esas palabras de Roger-Ducasse parecerán, ya no un elogio, sino algo que le correspondía».
[117] Con el paso del tiempo, su estilo musical se volvió extremadamente refinado, tratando de concebir un arte músico-poético.
Estos aspectos las volvieron muy complejas para algunos pianistas e incluso un virtuoso como Liszt consideró que era difícil interpretar la música de piano creada por Fauré.
[1] El pianista Alfred Cortot consideró: «Hay sólo unas pocas páginas en toda la música comparables a esas».
[114] A Fauré no le impresionaba en absoluto la exhibición pianística, y observó al respecto de los virtuosos del teclado que «cuanto más célebres son, peor tocan mis obras».
[137] La última obra de Fauré, el Cuarteto de cuerdas, se ha descrito como una meditación íntima sobre las últimas cosas[138] y una «obra extraordinaria según cualquier estándar, etéreo y espiritual, con temas que parecen constantemente estar dirigidos al cielo».
[149] Las principales obras de cámara del músico han sido interpretadas por Ysaÿe Quartet, Domus, Paul Tortelier, Arthur Grumiaux, y Joshua Bell.
[155] Las canciones de Fauré han sido grabadas para CD, incluyendo una colección completa (2005), dirigida por el acompañante Graham Johnson, con los solistas Jean-Paul Fouchécourt, Felicity Lott, John Mark Ainsley y Jennifer Smith, junto a otros.
[156] El Réquiem y las obras corales más cortas también han sido bien representadas en formato de disco compacto.