Henri Duparc

En el colegio destacó por su don para las lenguas, pero era algo tímido, agobiado por la presión de una educación muy severa.

En 1867, a los diecinueve años, compuso su primera obra seria, una Sonata para piano y violonchelo de la que sólo se conservan algunos fragmentos.

Ese año conoció a Jean Cras, un compositor prometedor, pero aún carente de oficio.

En 1902, emprendió su primer peregrinaje a Lourdes, un viaje que fue revelador para que surja en él una gran devoción religiosa; en 1906, y esta vez en compañía de Paul Claudel y de Francis Jammes, volvió a hacer el peregrinaje.

Aquejado de una parálisis, pasó sus días hasta el final inmerso en un profundo misticismo religioso.

Los incondicionales de Wagner existían a uno y otro lado del Rín, así como sus detractores.

Fue una grieta, «una fisura» —como dijo Zola— que de repente atravesó el continente europeo, afectando a sus pueblos y a sus representantes, que anunciaba un nuevo gran desarrollo filosófico, novelesco y musical.

Largo y pujante, la expresión del espíritu en todas las disciplinas, se preparó a elevarse al nivel de los abundantes descubrimientos científicos y tecnológicos, que parecían cambiar cada día el destino de la humanidad.

El cuerpo y la cabeza parecían no estar más de acuerdo, como si la carne asesinase las palabras.

Los poetas, como Baudelaire, Verlaine, Rimbaud —o un poco más tarde Antonin Artaud— han expresado muy justamente la extrema tensión de la época.

¿Que era esa enfermedad nerviosa —tan extraña, tan imprecisamente diagnosticada por los médicos— que se abatió implacablemente sobre él, que trabó su fuerza creadora, sino la trágica manifestación del hundimiento general del cuerpo nervioso de Occidente?

Verdadero equilibrio apolonineo, de una luminosa claridad, la palabra responde a la nota, el acorde se apoya con delicadeza en la rima.

El ciclo de sus canciones se acaba en 1885: la última, La vie antérieure, ocupó la mente del compositor durante diez años (1874-84).

Este célebre poema de Baudelaire encuentra su acompañamiento en la sublime «mélodie» que le acopló Duparc.

Duparc en la guerra de 1870.
Duparc a los 10 años (1858).