Tras completar su oratorio The Kingdom en 1906, Elgar tuvo un breve periodo de inactividad.
El maestro había abandonado la idea de una sinfonía "Gordon", para decantarse por una obra no programática en absoluto.
Había pasado a considerar la música abstracta como la cúspide de la composición orquestal.
[6] La primera página del manuscrito lleva el título: "Symphony for Full Orchestra, Op.
[7] Pocas semanas después del estreno, la sinfonía se interpretó en Nueva York con Walter Damrosch, en Viena con Ferdinand Löwe, en San Petersburgo con Aleksandr Ziloti y en Leipzig con Arthur Nikisch.
La primera edición de la pieza fue llevada a cabo en 1908 por la editorial Novello en Londres.
Estructuralmente sigue la forma sonata tradicional, con dos temas principales, un desarrollo y una recapitulación.
Elgar emplea su indicación preferida de "nobilmente" (noblemente), esta vez acompañada por "e semplice" (y sencillo).
Un episodio apacible presentado por los violines es repetido por las maderas, tras lo cual el movimiento adquiere un carácter cada vez más agitado.
Pero aquí se prolonga en una mágica meditación sobre temas precedentes con una brillante escritura para violines, violas y arpas que se extiende gradualmente por toda la orquesta hasta que el tema recurrente vuelve a sonar triunfante en las trompas y trompetas.
[11] El musicólogo Michael Kennedy escribe: «No se puede decir que sea un lema, pero es una idée fixe, y tras su primera declaración tranquila, la orquesta al completo la repite en fortissimo.
El segundo movimiento, Allegro molto, está en la mayor y en compás de 1/2.
[5] Arranca con la típica fanfarronería elgariana, seguida de una sección más sosegada orquestada con una maravillosa ligereza y soltura.
Ráfagas de melodía crean una atmósfera encantadora, pero empiezan a producirse cambios misteriosos que anuncian el calmado movimiento siguiente.
[3] El segundo tema sigue en esa línea serena, y termina con lo que Reed llama «el asombroso efecto de los trombones con sordina en los últimos cinco compases... como una voz de otro mundo».
La atmósfera fantasmagórica se disipa con el tema de marcha del movimiento inicial, que adquiere mayor impulso hacia los compases finales.
En ese punto los violines y los metales brincan exultantes en vertiginosos ritmos en cruz.
La orquesta se une para reafirmar la "inmensa esperanza" que subyace en el corazón de la obra.
La acogida de la crítica fue entusiasta y la respuesta del público, sin precedentes.
En la primera década del siglo XXI se publicaron diez nuevas grabaciones.