Sinfonía n.º 3 (Beethoven)

La mayor parte del trabajo se desarrolló en 1803, durante su estancia en Oberdöbling, sobre la colina ubicada junto a Heiligenstadt.

A principios de 1804 ya había introducido los últimos cambios, adiciones y adaptaciones.

Pero ni siquiera entonces dedicó esta sinfonía a Bonaparte, pues ya la había adjudicado al príncipe Joseph Franz von Lobkowitz.

Esta primera edición consta de 18 partes y contiene correcciones realizadas por Beethoven.

Más tarde rezaba «per festeggiare il sovvenire di un grand'uomo» («para festejar el recuerdo de un gran hombre»).

Luis Fernando era venerado como un héroe por sus contemporáneos y murió en una batalla contra las tropas francesas en 1806.

Es una obra considerada por muchos[11]​[12]​ el amanecer del romanticismo musical, puesto que rompe varios esquemas de la tradicional sinfonía clásica.

Sin más dilación se escucha el amplio primer tema, que es una melodía construida sobre las notas del acorde de tónica tocada por los violonchelos.

Le siguen los violines primeros con unas agitadas síncopas que sugieren la posibilidad de conflicto.

[1]​ Beethoven se anticipa aquí lo que luego Bruckner haría con frecuencia: a los dos temas tradicionales de la forma sonata añade un tercero.

No es hasta la recapitulación cuando ese do sostenido se convierte en re bemol enarmónicamente.

Adopta una forma ternaria (ABA) que era típica de las marchas fúnebres del siglo XVIII, aunque "larga y ampliamente desarrollada" y en la que el tema principal tiene las funciones de un estribillo como en la forma rondó.

[1]​ Un movimiento lento de "marcha fúnebre" no era nada revolucionario en aquella época, pero su extensión y estructura no tenían precedentes, al igual que su gama de emociones, desde el dolor más absoluto hasta el consuelo en do mayor.

Sin embargo, la utilizó para algo más que la mera sorpresa en medio de un scherzo precipitado y a veces estridente.

La obra se completa con un vibrante Finale, cuya estructura combina la forma sonata con diez variaciones que incluyen además una fuga.

Tras una interpretación semi-pública a finales de 1804 escribió al editor Härtel, comparando la nueva sinfonía con un poema de grandes proporciones en los siguientes términos: "¡Aquí hay más que Haydn y Mozart, aquí la sinfonía-poema (Simphonie-Dichtung) es llevada a una plataforma más elevada!"

Carl Czerny informó a Otto Jahn que en la interpretación del estreno alguien desde la galería gritó: "Daré otro kreuzer si la cosa se detiene.

Los críticos más conservadores probablemente se sintieron decepcionados por la escasez de frases equilibradas y periódicas típicas del Clasicismo.

Por esta razón se consideró inferior a otras obras suyas como el célebre Septeto, Op.

[1]​ En el Allgemeine musikalische Zeitung exageraron la duración asegurando que "había durado una hora entera".

Desde el punto de vista temático, abarca un terreno más emocional que las primeras sinfonías de Beethoven, y marca así un hito clave en la transición entre el Clasicismo y el Romanticismo que definiría la música artística occidental en las primeras décadas del siglo XIX.

El finale muestra una paleta emocional similar, y se le concede una trascendencia temática inaudita hasta entonces.

Se convertirá en rasgo esencial del diseño sinfónico en la mayoría de sus sucesores desde Schubert hasta Shostakóvich.

[1]​ La influencia de esta pieza se puede ver en las obras y comentarios de algunos autores como los siguientes: El segundo movimiento, y a veces la sinfonía completa, se ha interpretado como marcha fúnebre en ocasiones fúnebres, entre las que destacan:

Beethoven en 1804.
Príncipe Lobkowitz , dedicatario de la pieza.
Theater an der Wien , lugar del estreno.
Portada de la partitura autógrafa de la Eroica con el agujero por haber borrado fuerte.
Ferdinand Ries , alumno y colaborador de Beethoven.