Este estilo cambió totalmente la ópera, desarrollando nuevos arquetipos literarios, escénicos y musicales.
En la obertura de Rienzi, el principio es de la misma mano que escribirá Lohengrin y Tannhäuser: una orquesta densa, con una sonoridad bien alemana, un estilo majestuoso, una línea melódica noble, pero el aliento no dura demasiado tiempo, y termina como si fuera una opera italiana.
En general, en toda la obra se siente la influencia del bel canto de los años 30: la ópera está dividida en cuadros (arias, coros, dúos,…).
En El holandés errante (Der Fliegende Holländer) es posible ya percibir los leitmotivs con toda claridad, y el discurso musical es más fluido, ya que no hay división de los actos en cuadros.
En ese coro, Wagner usa un empaste orquestal basado en los metales; los cornos franceses dan un carácter particularmente bélico al tocar el tema de los marinos holandeses, que sumerge como una marejada al inocente tema de los marineros noruegos.
En efecto, El oro del Rin es una obra de teatro filosófica, donde la música (casi incidental) sirve para subrayar sentimientos e ideas, no acciones.
En Sigfrido (1869) encontramos un Wagner aún más denso que en El oro del Rin.
Desde el punto de vista literario, conviene notar que Wagner no respeta la versión original de El anillo del nibelungo: en efecto, en la versión medieval Sigfrido convierte a la valquiria en su mujer combatiendo contra ella, mientras que en su obra, Sigfrido discute con Brunilda hasta convencerla en convertirse en su mujer.
Dos obras se intercalan en la Tetralogía: Tristán e Isolda (1865) y Los maestros cantores de Núremberg (Die Meistersinger von Nürnberg, 1868).
Musicalmente, Tristán e Isolda es lo que hubiera escrito Debussy de haber sido alemán: es impresionista, la música, sombría en los actos primero y casi todo el tercero, voluptuosa en el segundo, sublime al final del tercero, coquetea con la atonalidad; Wagner la aplica con pinceladas, es difícil establecer una línea melódica, sino que existen varias simultáneamente que se entrelazan, como los infortunados amantes, baste como ejemplo el aria de mezzo-soprano Einsam wachend in der nacht, cuando en el segundo acto Brangania vela por el sueño de los amantes, modula (cambia de tonalidad) cada tres o cuatro compases.
Literariamente, la obra no aporta muchas disquisiciones filosóficas, pero queda claro entre líneas (por ejemplo, en el aria de Pogner cuando propone a su hija como premio al vencedor del concurso) el nacionalismo germano de Wagner.
[1] Wagner compuso además Cinco Canciones Lieder para voz femenina, las Wesendonck Lieder, dos de las cuales son bocetos para Tristan und Isolde y la pieza orquestal el Idilio de Sigfrido que usará en Siegfried.