También, en ocasiones, se utiliza esta denominación para referirse a la totalidad de la ópera escrita en idioma italiano.
Emergió entonces en el Renacimiento Italiano el intermezzo, un suntuoso entretenimiento musical consistente en canto, danza y efectos en escena que se insertaban entre los actos de una obra.
Las desventajas de utilizar madrigales para el drama, con varias voces cantando a la vez, pronto resultaron obvias.
Una dirección más fructuosa fue tomada cuando los músicos comenzaron a experimentar con la monodia, en la cual una voz solista declamaba los versos sobre una línea instrumental.
Entre ellos se contaban a Giovanni de Bardi, Vincenzo Galilei, el poeta Ottavio Rinuccini y el compositor Jacopo Peri.
Peri, Mancilla y Rinuccini en conjunto fueron autores de lo que se considera la primera ópera, Dafne.
Cuando Orfeo se presentó en Mantua, una orquesta de 38 instrumentos, numerosos coros y recitativos fueron empleados para hacer un drama vivaz.
En Roma, encontró un abogado en el prelado y libretista Giulio Rospigliosi (más tarde, Papa Clemente IX).
Rospigliosi era apadrinado por la familia toscana de los Barberini, figuras prominentes en la sociedad romana en las décadas tempranas del siglo XVII.
Escribió tres obras para los teatros públicos: Il ritorno d'Ulisse in patria (1640), Le nozze d'Enea con Lavinia (1641, ahora perdido) y el más famoso L'incoronazione di Poppea (1642).
Un dramma per musica (como era conocida la ópera italiana en ese tiempo) titulada Giuditta, basada en la historia bíblica de Judith, fue presentada en 1635, siendo su compositor, probablemente, fue Virgilio Puccitelli.
Las audiencias francesas no respondieron bien al renacimiento de Xerse (1660) y la especialmente compuesta Ercole amante (1662); prefirieron el ballet que había sido insertado entre los dos actos por un compositor florentino, Jean-Baptiste Lully.
Al final del siglo XVII algunos críticos creían que una nueva y más elevada forma de ópera era necesaria.
Los poetas arcadianos introdujeron varios cambios al drama musical serio en Italia, incluyendo: Con gran diferencia, el libretista con mayor éxito de la época fue Pietro Metastasio, cuyo prestigio se mantuvo hasta el siglo XIX.
Gracias a Galuppi, ésta adquirió mucha más dignidad que durante los días del intermezzo.
Estas ahora incluían algunas figuras serias en vez de caricaturas exageradas y las obras tenían tramas que se enfocaban en los conflictos entre clases sociales así como ideas autorreferenciales.
La colaboración entre Goldoni y otro famoso compositor Niccolò Piccinni produjo con La Cecchina (1760) otro nuevo género: la ópera semiseria.
Varios compositores de este período, incluyendo a Niccolò Jommelli y Tommaso Traetta, intentaron poner estos ideales en práctica.
El primero que realmente logró tener éxito y dejar una impresión permanente en la historia de la ópera, sin embargo, fue Gluck.
Pero la contribución de Mozart a la ópera seria fue más mixta; en esta época estaba muriendo, y a pesar de sus finos trabajos como Idomeneo y La clemenza di Tito, no pudo hacer resurgir esta forma artística.
Además, se dijo que la fina música a menudo excusaba las llamativas fallas en la definición de los personajes y las líneas argumentales.
Los sucesores de Rossini en el «bel canto» italiano fueron Vincenzo Bellini (1801–35), Gaetano Donizetti (1797–1848) y Giuseppe Verdi (1813–1901).
Su primera gran ópera exitosa, Nabucco (1842), cautivó al público con la vigorosa dinámica de su música y sus grandiosos coros.
Luego de Nabucco, Verdi basó sus óperas en temas patrióticos y en varias de las fuentes románticas usuales: Friedrich Schiller (Giovanna d'Arco, 1845; I masnadieri, 1847; Luisa Miller, 1849); Lord Byron (I due Foscari, 1844; Il corsaro, 1848); y Victor Hugo (Ernani, 1844; Rigoletto, 1851).
Verdi experimentó con las formas musicales y dramáticas, a fin de descubrir cosas que sólo la ópera podía lograr.