Para el final de la ópera, Verdi compuso un trío que creía mejoraba el original de Hugo, en cuanto que la acción podía desarrollarse más rápidamente hasta alcanzar su culminación.
Para intentar alcanzar su deseo, solicitó de su nuevo libretista Francesco Maria Piave —por entonces un novato en el oficio— que se eliminara de Ernani (primera ópera donde Verdi pudo elegir argumento) cualquier cosa superflua, dejando bien clara y perceptible la acción.
Victor Hugo era un poeta maldito, un vanguardista cuyas obras se consideraban subversivas e inmorales.
La rápida progresión en la acción, da ocasión al músico para demostrar su inagotable talento melódico y su certera habilidad teatral: hasta llegar a Rigoletto, nunca una partitura verdiana estuvo tan colmada de melodía.
Ernani viene a ser como la quintaesencia del Verdi juvenil por la espontaneidad, fuerza, energía y vitalidad de su inspiración.
Los apuros vividos por Verdi para ponerse de acuerdo tanto en cantantes como en el tema a elegir en esta su quinta ópera, fueron múltiples.
Pero Verdi, de apenas treinta años y un “recién llegado”, supo mantener con mano firme tanto a los cantantes como a la dirección del teatro y los resultados se justificaron ampliamente: Nabucco le había elevado —a los ojos de sus compatriotas— al primer rango entre los compositores nativos pero Ernani iba a hacerle internacionalmente famoso.
Sin ninguna duda su fértil melodismo, emparejándose con otra de las óperas favoritas del siglo: Il Trovatore.