Canto llano

Este es por esencia monódico, es decir, consta de una única línea melódica, y generalmente se canta a capella.

Se articula mediante un ritmo libre, el cual es esencial según todo tratado antiguo que versa a este respecto.

[5]​ Cuando la unificación política y litúrgica de Occidente comenzó bajo el reinado de los carolingios a mediados del siglo VIII (período a menudo referido como renacimiento carolingio), las variantes locales (excepto la milanesa, conocida como ambrosiana) fueron suprimidas progresivamente en favor del rito gregoriano.

De los ritos litúrgicos latinos antiguos no romanos solo el ambrosiano sobrevive completamente, y el hispano-mozárabe de forma muy limitada, sin embargo van a seguir funcionando la mayoría en forma paralela en sus mismas localidades a tal extensión que este repertorio se le llama «paragregoriano».

Por último, una de las citas más ilustrativas a este respecto proviene del mismo San Jerónimo, que escribe en su Ordo litúrgico: «¡Roma es actualmente Jerusalén, Constantinopla!».

Ya hacia el siglo IV precisamente se establecen monjes de origen griego en extremos del imperio tales cómo Bélgica, Renania y Mosela.

Los bizantinos desarrollaron un sistema llamado notación ecfonética que servía para caracterizar la puntuación musical y literaria con ciertas onomatopeyas musicales denominadas enechema, que se consideraban indispensables durante los siglos VIII a IX para la entonación del canto eclesiástico incluso por parte de los entendidos de occidente.

Aunque en lugares físicos cercanos y fechas similares, otras escuelas se conforman con no indicar nada.

[12]​ Cada familia de canto llano tiene sus expresiones modales distintivas; en algunos repertorios (gregoriano, antiguo romano, bizantino, eslavo, copto) a los modos se les asignan números o nombres.

La teoría modal bizantina oktoechos desarrollada con una disposición simétrica de ocho modos, fue adoptada por el repertorio gregoriano a fines del siglo VIII.

Este tenor salmódico se dibuja al acompañar la cadencia melódica que es delineada por los hexacordos, los cuales son a su vez (y sobre todo en su origen) una extensión del tricordio o tetracordo.

En el año 762 d. C. San Crodegango quien fuera Obispo de Metz, recomienda a sus cantores «no salmodiar en tono agudo, corriendo, en desorden, sino llanamente», y es que pide una uniformidad, la cual es un aspecto del aequitas (o aequalitas), sobre la cual se encuentran muchas referencias en los tratados teóricos escritos durante los siglos IX y X.

[15]​ Además de esta salmodia, en la cual, como ha sido visto, el movimiento melódico no varía en demasía, excepto en los llamados «tonos solemnes» donde es más pausado, la práctica tradicional admitía una dualidad donde convivía esta uniformidad antes mencionada con una articulación que sí podía variar en mayor o menor medida a lo largo de las secciones del canto, o por ejemplo, en toda una repetición.

[16]​ Aquí el término in directum puede indicar, tal cómo se denomina a una salmodia dentro del contexto del Oficio, un quasi-recto-tono, y vendría a excluir por medio de comparación con una melodía organizada, toda marcación métrica de este canto.

[17]​ Del mismo siglo XI ha quedado el testimonio de Odón (de San Mauro de Fossés), quien nomina a toda tesitura grave, que en este contexto hace referencia al tono plagal, como cantus planus o humilis, y a toda tesitura elevada, que hace referencia a los modos o tonos auténticos, cómo cantus acutus o elevatus.