Se conoce como canto mozárabe (aunque una denominación más precisa sería visigótico o hispánico) a la expresión musical asociada a la liturgia hispánica, propia de la Iglesia visigoda española y que pervive hasta nuestros días.
Obviamente, el origen se halla en relación con la expansión del cristianismo en la península ibérica durante los primeros siglos de nuestra era.
Desde luego se puede apreciar un sustrato común en las liturgias cristianas de las distintas áreas del Imperio, sobre todo entre las occidentales que nos han llegado más completas: la romano-gregoriana, la milanesa o ambrosiana y la hispánica.
Este sustrato común se ve reflejado, sobre todo, en la evolución de los responsorios, cantos salmódicos de origen judío que eran silábicos y que en estas tres liturgias se convierten en melodías muy melismáticas y adornadas.
La filiación del clero católico hispano a la población romana, frente al clero arriano, de origen germánico, fija en la península ibérica], más que en ningún otro lugar de Occidente, las tradiciones culturales del Imperio.
Tras la conquista musulmana de la península ibérica en 711, la originalidad de la liturgia hispánica y del canto a ella asociado se ve extrañamente salvaguardada, tanto en los núcleos cristianos que quedan aislados al norte, como en las comunidades cristianas que permanecen bajo dominio musulmán.
Pronto, las marcas pirenaicas adoptan modelos pregregorianos, con la implantación ya en el siglo IX del canto gregoriano en muchas de sus iglesias.
Por estas razones, la influencia de los sistemas musicales de árabes y bereberes quedan minimizados: sin embargo, sí que es detectable la influencia del canto hispánico sobre la música desarrollada en las sociedades andalusíes, sobre todo en época califal.
El traslado de esta población y la creación de nuevos asentamientos mozárabes en zona cristiana crea dos tradiciones litúrgicas y musicales que evolucionan diferentemente: A mediados del siglo XI, el rito hispánico comienza a ser reemplazado por el rito romano.
Por tanto, ni siquiera las melodías restauradas por el cardenal Cisneros son realmente auténticas, a excepción de algunos recitativos conservados por vía oral.
Desde este planteamiento se pueden distinguir las siguientes: En cuanto a su simple estructura, podemos distinguir cinco grupos de formas musicales, comunes a casi todas las tradiciones litúrgicas cristianas: Cuando, en el siglo XI, comienza la desaparición de los usos litúrgicos hispánicos, la notación que plasmaba las melodías que la acompañaban era neumática.
Es el libro propio del cantor y contiene, además de las antífonas, todas las piezas cantadas en la liturgia.
Contienen sermones de los santos padres visigodos, para leer como homilías tras la lectura del Evangelio.
Recopilan en un solo códice formularios de los libros ya nombrados, y están encuadernados en tomos.