Desde su origen remoto los tapices servían para abrigar las paredes en tiempo frío, mejorando la sensación térmica en las estancias.
Lo más probable es que los primitivos tapices fueran simplemente paños gruesos colgados de las paredes (como cortinajes) o extendidos en el suelo (como alfombras).
El tapiz es uno de los objetos más antiguos que puede considerarse mueble decorativo.
Desde el siglo XV los tapices se empleaban también como colgaduras en la decoración de las vías públicas con motivo de cualquier celebración importante (procesión, entrada real o recepción solemne, que llegaban a ser muy complejas -arquitectura efímera-).
El mismo carácter se descubre en varios relieves de los palacios asirios.
Parecen haber sido realizados en una variedad de lugares, incluyendo el mundo helenístico.
Salvo algún raro fragmento, no se conservan muestras de aquella época, aunque sí los tapices coptos (tipología prolongada en las comunidades cristianas egipcias medievales).
[8] En la Edad Media, tanto en el Imperio bizantino como en la cristiandad latina (por donde se difundió especialmente a partir del contacto con Oriente que supusieron las Cruzadas), costosos tapices embellecían los muros interiores de las iglesias y palacios.
[13] Un grupo con escenas religiosas narrativas en un estilo claramente románico que se relaciona con manuscritos iluminados renanos del mismo período fue realizado para la catedral de Halberstadt en Alemania alrededor del año 1200, y con formas diferenciadas para encajar en espacios específicos.
[15] En la época del gótico internacional los tapices contribuían al esplendor de las grandes fiestas, lo que facilitaba su carácter movible.
No siempre queda claro dónde se produjeron los tapices supervivientes anteriores al 1600; desde 1528 Bruselas, por entonces claramente el centro principal, exigieron a sus tejedores marcar los tapices de cualquier tamaño con la marca de la ciudad y la del tejedor o el comerciante.
Bruselas había crecido en importancia, y ahora se convirtió en el centro más importante, que siguió siéndolo hasta que la guerra de los Ochenta Años perturbaron todos los Países Bajos.
La forma alcanzó una nueva etapa en Europa a principios del siglo XIV.
"Arras" aún se usa para referirse a una rica tapicería con independencia de dónde fue tejido.
De hecho, como argumenta la estudiosa literaria Rebecca Olson, Arras fueron los objetos más valiosos en Inglaterra durante el primer período modeno e inspiró a escritores como William Shakespeare y Edmund Spenser para tejer estos tapices en obras tan importantes como Hamlet y The Faerie Queene.
[24] Para el siglo XIV, los tapices también se hacían en Brujas, Oudenaarde, Geraardsbergen, Edingen y Gante.
Para el siglo XVI, Flandes, las ciudades de Mechelen, Lovaina, Rijsel y Amberes comenzaron a producir tapices.
Los principales centros tapiceros estaban gobernados por las ramas francesa y borgoñona de la dinastía Valois, quienes fueron mecenas extremadamente importantes en el período tardomedieval.
[27] El gusto de Felipe por las tapicerías continuaría muy intensamente con sus descendientes, incluidos los Habsburgo españoles.
La superación de las convenciones estéticas tradicionales en el arte contemporáneo, especialmente a partir de las vanguardias, han proporcionado a los artistas del tapiz una libertad creativa que se ha expresado en la posibilidad de no restringirse a la limitación del marco rectangular habitual, y experimentar con todo tipo de texturas y materiales y con el valor del espacio vacío y las irregularidades (collage, escultopintura), convirtiendo los tapices en piezas tridimensionales.
Se discute el contenido de las imágenes, algunas figuras tienen un contenido pagano, por ejemplo, en un detalle, se puede ver a Odens horse Sleipner, mientras que otros personajes son claramente parte del mundo de la imagen cristiana.