Cartones de Rafael

Los tapices tejidos según dichos cartones se exhiben en los Museos Vaticanos, si bien no en la Capilla Sixtina.

Los cartones de Londres y los tapices definitivos del Vaticano coinciden en tamaño, pero los primeros muestran las imágenes invertidas porque los tapices se tejen por el reverso; Rafael debió de tener en cuenta esta condición técnica al pensar las escenas.

Existen más ejemplares de los tapices, que ahora se hallan dispersos en diversos países.

Los tramos altos de las paredes estaban ya decorados con frescos, pintados a finales del siglo anterior por Botticelli, Domenico Ghirlandaio y otros, pero los tramos bajos seguían disponibles para un nuevo despliegue decorativo.

Contaba con experiencia en grandes formatos por los murales que estaba pintando en las ahora llamadas Estancias de Rafael.

Inicialmente León X pensó en una serie de 16 tapices, que luego se redujo a diez.

Los colores son muy sutiles y variados, excesivamente complejos para ser plasmados en un tapiz, como ocurriría con los diseños de Goya.

Rafael debió de diseñarlas y enviarlas a Bruselas en hojas aparte, ahora no conservadas.

Después de tejerse la serie para el Vaticano se harían otras, dado que al contrario de lo que era habitual, los cartones no se devolvieron al cliente (en este caso, el Papa).

Por la calidad de sus materiales y por su buena conservación, la serie ahora en Madrid se considera la mejor tras la primigenia del Vaticano.

Enrique VIII de Inglaterra compró otra serie, que resultó destruida en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial (si bien reseñas recientes dicen que se conserva en Berlín), y Francisco I de Francia poseyó otra producida en la misma época, igualmente perdida en el siglo XVIII.

Entonces, como ahora, se reservaban para ocasiones especiales; sus huecos en la Sixtina están pintados con trampantojos que simulan telas colgadas.

En 2010, coincidiendo con una visita del papa Benedicto XVI a Londres, los Museos Vaticanos prestaron cuatro de los tapices originales al Victoria & Albert Museum, de modo que pudieron verse junto a sus cartones por primera vez en la historia.

Ni tan siquiera Rafael pudo verlos juntos, ya que cuando los tapices se tejieron en Bruselas, fueron enviados a Roma sin los cartones, que quedaron en Flandes y siguieron otros vericuetos hasta su compra por Carlos I.

Su precio tan bajo se explicaría porque fueron subestimados como patrones para artesanos y no valorados como obras de arte autónomas.

En aquella época los círculos cultos del país intentaban promocionar a los artistas nacionales y consideraban los Cartones como necesarios para su formación.

Joshua Reynolds los mencionaba con frecuencia y dijo de ellos que podían considerarse pinturas murales.

Las copias expuestas allí fueron realizadas en la década de 1690 por un pintor poco conocido, Henry Cooke.

La lámina de Veneziano muestra la imagen en la misma posición que el tapiz, no invertida como en su cartón.

Modificó las proporciones, adaptándolas al formato de libro, e introdujo otros cambios.

La pesca milagrosa , primer cartón de la serie.
Predicación de san Pablo en Atenas .
La muerte de Ananías , primer cartón que se grabó.