Felipe II quedó sobrecogido ante las masacres de sacerdotes llevadas a cabo por los rebeldes.Los moriscos intentaron negociar la suspensión, como ya lo hicieron en 1526, pero esta vez el rey se mostró inflexible y así se lo comunicó el cardenal Diego de Espinosa, presidente del Consejo de Castilla e Inquisidor General, a una delegación enviada a Madrid e integrada por el cristiano viejo Juan Enríquez, acompañado de dos notables moriscos, Hernando el Habaqui y Juan Hernández Modafal.Hubo reuniones secretas en el Albaicín para prepararla y las autoridades empezaron a detener moriscos que creían implicados.E incluso se hicieron planes para expulsar a los moriscos del reino y reemplazarlos por cristianos viejos.Tras un año de infructuosas negociaciones, la población morisca granadina decidió levantarse en armas en 1568.Esta primera fase militar se encalló debido a la enemistad que mantenían los dos marqueses —alentada desde la Chancillería de Granada, que denunció en repetidas ocasiones a Mondéjar ante el rey— pero, además, la campaña fracasó y la insurrección cobró nueva fuerza a causa de los excesos cometidos por los soldados que se indisciplinaron en repetidas ocasiones.[18] Paralelamente los moriscos sublevados restauraron todos los aspectos de la civilización musulmana en las zonas que dominaban.[19] La mayor parte de los sublevados abandonaron los poblados donde vivían yéndose con sus familias y bienes a lugares montañosos fortificándose en ellos.Además «trataban de provocar el hambre en las filas enemigas dejando tras ellos campos incendiados y molinos destruidos».[24] Por su parte los soldados de las tropas cristianas capturaban como botín de guerra a moriscos, especialmente mujeres, y el producto de su venta como esclavos o esclavas era para ellos, habiendo renunciado la Corona al "quinto" del precio pagado que debía haberle correspondido.[26] La rebelión fue apoyada militar y económicamente por Argelia (entonces, un protectorado del Imperio Otomano), con el objetivo de debilitar a Felipe II.Así de los 4000 insurgentes en 1569 se pasó a los 25 000 en 1570, incluyendo algunos elementos bereberes y turcos.La mayoría se refugiaron en cuevas, tan abundantes en las Alpujarras, donde muchos de ellos murieron asfixiados, ahogados por el humo de las hogueras que prendieron las tropas cristianas en sus entradas para obligarles a salir.[30] La rebelión se inició en las Alpujarras y después se fue extendiendo al llano y a otras zonas montañosas periféricas, mientras que los moriscos de las ciudades y de las llanuras estrechamente relacionadas con ellas, como los de la capital y su vega, o los de Almería, Málaga, Guadix, Baza o Motril, no se unieron al levantamiento aunque simpatizaran con él.Estos historiadores ponen como ejemplo el de los moriscos del Albaicín, que si cuando llegó Farax Aben Farax se hubieran sublevado «la guerra hubiese tomado otro aspecto», y que no lo hicieron «porque llevaban decenas de años conviviendo con los cristianos».Unos y otros tenían allí tiendas, entre ellos muchos moriscos del Albaicín... Parecidas observaciones podrían hacerse a propósito de Guadix, Baza, Almería o Motril».«Cada linaje, en bloque, escogió la fidelidad al gobierno establecido o la revuelta... Aben Humeya tenía a su lado a su suegro, Miguel de Rojas, su tío Hernando el Zaguer, su hermano Luis de Válor, sus primos hermanos Aben Aboo y El Galipe.En cambio, el linaje de los Zegríes permaneció fiel a la Corona.Como comentó el embajador francés: «Dios quiera que antes de que ese perro [el sultán] pueda armarse los revoltosos de las Alpujarras hayan sido castigados».[39] Las primeras deportaciones tuvieron lugar durante la guerra, se realizaron para facilitar las operaciones militares en determinadas zonas y se calcula que pudieron afectar a unas 20 000 personas.En una de las instrucciones que recibieron se decía: «Por no haber podido sembrar a causa de la inquietud que la guerra ha traído consigo como por la esterilidad del año, se ha reducido esta provincia a tanta penuria que es imposible poderse sustentar en ella, por lo cual... su magestad ha tomado resolución que por el presente los dichos cristianos nuevos se saquen de este reyno y se lleven a Castilla y a las otras provincias donde el año ha sido abundante y no han padescido a causa de las guerras y donde con gran comodidad podrán comer y sustentarse el año presente».[44] La marcha hacia sus lugares de destino se hizo en condiciones penosas y se calcula que uno de cada cinco moriscos murió en el camino, superándose esta proporción en algunos casos.Estos mismos historiadores estiman que el número de deportados en esta tercera oleada estaría cercano a los 10 000.La consecuencia fue que «en 1593 el vecindario alpujarreño había disminuido de un modo alarmante.La decadencia continuó a lo largo de la primera mitad del siglo XVII».[49] Sin embargo, según Julio Caro Baroja, algunas familias de moriscos se las ingeniaron para poder quedarse, «alegando varios pretextos para no marcharse.[52] A mediados del siglo XIX el prolífico Manuel Fernández y González publicó una novela titulada Los monfíes de las Alpujarras ambientada en la revuelta y que contaba con numerosas ilustraciones.Esta rebelión aparece en la obra Philip II del hispanista estadounidense William Thomas Walsh, publicada en 1937.[55] El escritor accitano Pedro Antonio de Alarcón escribió su obra La Alpujarra en la que cuenta un viaje por esas tierras acompañado de todos los hechos que ocurrieron en esos lugares durante la rebelión morisca.
"Moriscos del reino de Granada, dando un paseo por el campo con mujeres y niños". Dibujo de
Christoph Weiditz
(1529)
Elección de
Aben Humeya
como rey de los moriscos en la rebelión de las Alpujarras, según un grabado de la novela
Los Monfíes de las Alpujarras
(1859) de
Manuel Fernández y González
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