Según Caro Baroja, "sobre la pobre plebe musulmana caían unos nuevos amos con enormes ansias de riqueza...
[7] Sin embargo, pronto se empezaron a aplicar medidas que contravenían lo acordado.
[4] La primera fue la prohibición de portar armas, a la que siguió la negación del derecho a comprar tierras –con la que se pretendía alentar el asentamiento de población cristiana en el reino-.
[8] A todo esto se unió la política de conversión forzosa al cristianismo iniciada por el cardenal Cisneros en cuanto a llegó a Granada en octubre de 1499, cambiando la que había aplicado hasta entonces el arzobispo fray Hernando de Talavera y que Cisneros consideraba que no estaba dando resultado.
Incluso se establecía un castigo para los cristianos viejos que los injuriasen llamándolos "moros" o "tornadizos".
Los moriscos del cercano Reino de Aragón permanecieron tranquilos y no se les unieron.
Allí se conservaban intactas la cultura y la religión musulmana por lo que los moriscos granadinos hablaban normalmente el árabe.
Entre ellos el árabe estaba en decadencia y la mayoría hablaban una variedad del castellano conocida como aljamía.
[29] Según Henry Kamen, "si sólo se hubiera tratado de las prácticas religiosas, la tensión social no habría llegado tan lejos, pero en el trato cotidiano con los cristianos viejos había irritación y conflictos a causa de las vestimentas, el lenguaje y, sobre todo, la comida.
Así lo había determinado una fetua dictada por un muftí de Orán en 1504 y que tuvo una amplia difusión entre los moriscos.
[30] Veinte años antes el almirante de Aragón, Sancho de Moncada, fue juzgado por la Inquisición por haberles construido a sus moriscos una mezquita y por decirles que "en lo exterior fingiesen cristiandad y en lo interior fuesen moros".
Hubo reuniones secretas en el Albaicín para prepararla y las autoridades empezaron a detener moriscos que creían implicados.
E incluso se hicieron planes para expulsar a los moriscos del reino y reemplazarlos por cristianos viejos.
Pero la campaña fracasó y la insurrección cobró nueva fuerza a causa de los excesos cometidos por los soldados que se indisciplinaron en repetidas ocasiones.
Las primeras deportaciones tuvieron lugar durante la guerra y se realizaron para facilitar las operaciones militares en determinadas zonas.
Estos mismos historiadores estiman que el número de deportados en esta tercera oleada estaría cercano a los 10.000.
Así se fue formando el mito del complot morisco para acabar con la cristiana Monarquía Hispánica, que también fue alimentado por la difusión de profecías en uno y otro lado.
En 1583 el tribunal de la Inquisición española en Valencia desmantelaba una supuesta conspiración entre moriscos y bearneses.
[71] Sin embargo, en la corte había un grupo partidario de las medidas extremas debido a las relaciones que mantenían los moriscos con el rey de Francia, por lo que enfocaban el "problema morisco" desde una perspectiva exclusivamente político-militar.
[72] También en la Iglesia había un sector favorable a la expulsión, como el dominico Jaime Bleda, párroco de la localidad morisca de Corbera,[73] y, sobre todo, el arzobispo-patriarca Ribera que envió dos memoriales al rey.
Los motivos últimos y recónditos son de los que no dejan huella en la documentación.
En todo caso se trató de una decisión personal no exigida por ninguna fatalidad histórica".
[79] La expulsión tardó en ponerse en práctica más de un año porque una decisión tan grave había que justificarla.
Sin embargo, el rey decidió proseguir con los preparativos de la expulsión para evitar que siguieran con "sus traiciones".
Sin embargo, cuando conocieron las cláusulas del decreto que iba a publicarse cambiaron de actitud y se colocaron "al lado del Poder Real", convirtiéndose en "sus auxiliares más eficaces", según un cronista de la época.
[81] La razón del cambio, según este mismo cronista, es que en el decreto se establecía[82]
La primera era que los moriscos podían vender todos sus bienes muebles —sus bienes raíces pasaban a la Real Hacienda— aunque no podían sacar su valor en oro, plata, joyas o letras de cambio, sino en "mercadurías no prohibidas" que pagarían sus correspondientes derechos de aduana.
Según los registros oficiales 22.532 salieron del reino por los pasos fronterizos pirenaicos y el resto, 38.286, embarcaron en Los Alfaques.
puede mandar se guarde dicho privilegio a los cristianos nuevos que vivieron en ellos".
El Islam español finaliza en 1609-1614; lo cual no debe impedirnos reconocer que sus supervivencias, a título individual o de pequeños grupos, fueron tenaces.