La combinación de elementos etnicistas y religiosos sería lo más cercano a una conciencia nacional que podría encontrarse en la Monarquía Hispánica en esos siglos, anteriores al nacionalismo moderno.
La burguesía en general, y sobre todo comerciantes y banqueros, quedaba por tanto vista con suspicacia; pero también la alta nobleza, cuyos miembros raramente podían probar más allá de toda duda no tener algún punto oscuro en su árbol genealógico, extremo que siempre había algún interesado en denunciar (el más conocido, el Tizón de la nobleza, libelo que exponía cómo toda la aristocracia castellana tenía ascendencia judía),[6] También fue famoso el Libro verde de Aragón, igualmente del siglo XVI.
Tampoco podía librarse de entronque judío la mismísima monarquía, desde la dinastía Trastamara.
En Portugal, la distinción legal entre cristianos viejos y nuevos fue suprimida por el Marqués de Pombal en 1772.
El concepto de cristiano viejo es de alguna manera confluyente con otros más específicos, como es la hidalguía universal que se pretendía en algunos territorios, como Vizcaya y Guipúzcoa.
Elementos identificativos en esta imagen pueden considerarse que son el uso de las armas y la insignia de la Orden de Santiago , que en ambos casos también son indicativos de nobleza . Aunque imaginarios, hay elementos fisionómicos que se aducían para distinguirse de los cristianos nuevos, siendo ejemplo la abultada nariz que se suponía a los de sangre judíaYo te untaré mis obras con tocino/
porque no me las muerdas, Gongorilla...
Érase un hombre a una nariz pegado,/érase una nariz superlativa,/érase una nariz sayón y escriba/...las doce Tribus de narices era./Érase un naricísimo infinito,/muchísimo nariz, nariz tan fiera/que en la cara de Anás fuera delito.