Se han propuesto varias causas para explicar la presión estatal sobre la población morisca: el poder turco y sus aliados norteafricanos buscaban continuamente debilitar el poder imperial español, la población morisca había colaborado en ocasiones con estos, tanto militarmente como con espías, por lo cual las autoridades temían una invasión musulmana con Granada como puente.
Los moriscos intentaron negociar la suspensión, como ya lo hicieron en 1526, pero el rey se mostró inflexible y así se lo comunicó el cardenal Diego de Espinosa, presidente del Consejo de Castilla, a una delegación enviada a Madrid e integrada por el cristiano viejo Juan Enríquez, acompañado de dos notables moriscos, Hernando el Habaqui y Juan Hernández Modafal.
[6] Francisco Núñez Muley en el memorial que presentó protestando contra las injusticias que se cometían contra los moriscos escribió:[8] En cuanto se conoció el fracaso de estas gestiones los moriscos de Granada, como relató un cronista, "comenzaron a convocar rebelión".
Hubo reuniones secretas en el Albaicín para prepararla y las autoridades empezaron a detener moriscos que creían implicados.
E incluso se hicieron planes para expulsar a los moriscos del reino y reemplazarlos por cristianos viejos.