Barraquismo en Barcelona

[1]​[3]​ Los asentamientos del Ensanche fueron algunos de los más volátiles, que se desalojaban a medida que se iba ampliando la ciudad, y los del litoral y los de Montjuic fueron los más constantes.

Al estar construidas con paredes delgadas acostumbraban a ser húmedas, frías en invierno y calurosas en verano.

[3]​Las barracas no contaban con instalación de agua corriente ni aseo, y solo en algunos casos disponían de una fuente pública cercana donde ir a llenar cubos o garrafas para el consumo y la higiene personal.

En cuanto al retrete algunas barracas contaban con un pozo ciego aunque la mayoría realizaban sus necesidades en un orinal y vaciaban los excrementos en un vertedero o arroyo cercano, o en el mar en el caso del litoral, lo que provocaba grandes focos de infección.

[9]​ Este tipo de viviendas acostumbraba a estar bastante apiñadas, contando de media con unas 5 o seis personas, y en ocasiones con otros familiares que llegaban a la ciudad y se pasaban una temporada mientras no encontraban otra cosa.

[10]​ La compra, la cesión la construcción o el alquiler eran las distintas formas de conseguir una barraca.

[10]​ En los barrios de barracas no había agua corriente ni alcantarillado, y los excrementos se tiraban en varios sitios según la zona, en pozos excavados o rieras en Montjuic o directamente al mar en la zona del litoral.

A partir del fin de la Guerra Civil se pasó a un predominio de la inmigración andaluza y se abrieron nuevos focos como Extremadura, Galicia o las dos Castillas.

Según una encuesta ya de 1960 trabajaban principalmente en la construcción y en el sector industrial (un 31,5 % y un 34,5 % respectivamente), así como empleados en servicios municipales como la recogida de basuras o el transporte público (con un 8,5 %).

También realizaban activitades relacionadas con la economía informal (estraperlo, venda ambulante, recogida de chatarra...); y esporádicamente se abrieron algunas tiendas en los mismos barrios.

[16]​ En el libro Los suburbios, 1957 el sociólogo Rogelio Duocastella explica que en 1853 el Ministerio de Gobernación instaba a los ayuntamientos de Madrid y Barcelona a edificar barrios suburbiales para los pobres.

[19]​[20]​[21]​ Otras iniciativas urbanísticas fueron la reforma del centro histórico, que entre otras cosas incluyó la construcción de la Vía Layetana a través del Plan Baixeras, la ampliación de parques y jardines urbanos impulsada por Nicolás Rubió Tudurí y la construcción de equipamientos escolares municipales.

[24]​ En 1914 se censaron para el Anuario Estadístico de Barcelona 1218 barracas y 4950 habitantes.

Para evitar que fueran derribadas se acostumbraban a construir de noche.

Ese año se contabilizaron 5577 barracas en las que vivían 26 081 personas según el Ayuntamiento.

Algunas estuvieron un tiempo en el pabellón de las Misiones o en Can Vidalet hasta que se les asignaron viviendas sociales, y a otras les fueron asignadas barracas en otros barrios.

[58]​[55]​ Otras asociaciones que se dedican al tema de los asentamientos irregulares son Arquitectura sin Fronteras, Amics del Moviment Quart Mon o Quatorze.

Los problemas más habituales que se encontraron entre los encuestados de Barcelona y alrededores fueron os problemas de plagas (ratones, cucarachas, pulgas, etc.), humedades y hacinamiento.

Estos problemas están directamente relacionados con enfermedades como la bronquitis, el asma o la tuberculosis en el caso del hacinamiento, la humedad y la falta de ventilación; y con enfermedades infecciosas relacionadas con el contacto con las plagas.

Problemas que, al mismo tiempo, pueden ser los causantes de otras afecciones como los trastornos músculo-esqueléticos, la hipertensión o la diabetes.

Las barracas de Montjuic se documentan por primera vez en 1885, para ordenar su demolición.

Estas organizaciones franquistas no construían ningún tipo de infraestructura sino que aprovechaban las ya establecidas por la Iglesia.

[3]​ Parte del surgimiento de asociaciones activistas durante la etapa franquista fue posible debido a que estas estaban amparadas legalmente por las organizaciones como Cáritas o los escolapios, aunque en algunos casos esto no era suficiente.

L'altra ciutat producido por el canal de televisión TV3 hace un recorrido entre los años 40 y los años 80 a través de entrevistas a personas que vivieron en barrios como el Somorrostro, Can Valero o Els Canons.

[108]​ De este reportaje se editó un largometraje documental llamado Barraques, la ciutat oblidada.

[109]​ Cabe destacar la película de Francisco Rovira-Beleta Los Tarantos, rodada en el mismo barrio del Somorrostro en 1962, y que contó con la actuación de la bailarina Carmen Amaya, nacida en el mismo barrio.

También allí se grabaron algunas escenas de la película Hay un camino a la derecha (1954) del mismo realizador.

También fotografiaron los asentamientos fotógrafos como Manel Gausa de Mas o Esteve Lucerón.

En 1986 se levantó en Vía Júlia una escultura del escultor catalán Sergi Aguilar llamada Julia (A los nuevos catalanes) dedicada al colectivo anónimo de inmigrantes que llegó a Cataluña desde el resto de la Península.

El periodista Francisco Candel escribió un estudio periodístico y sociológico sobre los inmigrantes que vivían en los barrios de barracas en el año 1964 llamado Los otros catalanes, así como varias novelas como Donde la ciudad cambia su nombre o Han matado a un hombre, han roto un paisaje.

Incendio en las barracas de la calle Floridablanca el 29 de junio de 1929
Calle principal del asentamiento de la Riera de la Magoria en 1925
barraca en una de las canteras de Montjuic en 1911
Platja de Pequín de Isidre Nonell (1901)
Restos de azulejos en el cerro de la Rovira
barracas del bario de Miramar de Montjuic
Taberna Casa Valero en 1987 en la intersección entre las calles Can Valero Gran, Antic de la Animeta y Nit i Dia, en Montjuic
Escultura Als nous catalans de Sergi Aguilar