Estas casas pierden una parte de su interés geográfico y significan, en realidad, una penetración urbana en el mundo rural.
En ellas se busca ante todo el confort ciudadano, lo que trae consigo la total desvinculación de las funciones vivienda y explotación agraria.
Atendiendo a su aspecto exterior, las casas rurales españolas se han solido clasificar en tipos diferentes según los materiales empleados para construirlas.
La casa de piedra, cuya composición concreta (granito, gneis, pizarra, caliza, arenisca) depende del ámbito litológico en el que se encuentre, se extiende por una franja periférica que comprende Galicia, las montañas de León, Asturias, Cantabria, las montañas vascas, el Pirineo y el Prepirineo, la mayor parte de Cataluña y Baleares, Valencia, Murcia, el litoral mediterráneo andaluz y Extremadura.
En el apartado final de las casas rurales construidas con otros materiales se incluyen las chozas hechas con recursos vegetales y la cuevas, de variada localización, que constituyen las expresiones más pobres del conjunto.
El análisis del plano permite conocer cómo se distribuyen y se relacionan entre sí los espacios interiores funcionalmente diferenciados y de esta forma se han establecido clasificaciones, casi siempre deudoras de la que propuso Demangeon en los años veinte, que distingue dos grandes modalidades: la casa en bloque, donde todos los espacios funcionales están bajo el mismo techo, que puede ser elemental o con elementos dispuestos a ras de suelo, longitudinal o transversalmente, o en altura y la casa de patio, cerrado o abierto, donde esos espacios se encuentran disociados.
Así sucede, por ejemplo, con el predominio de las casas en bloque con varias plantas, generalmente dedicadas, en sentido ascendente, al establo, la vivienda y el granero, que se manifiesta en la mitad septentrional de España.
[2] Por lo demás, las casas gallegas están construidas con grandes sillares de granito o bien con mampostería.
Las formas más primitivas y sencillas están representadas por las chozas vaqueiras de las altas brañas asturianas.
La casa de la Alta Navarra presenta como característica general la solidez y la disposición en bloque compacto.
El segundo tipo corresponde a construcciones del siglo XIX, de dimensiones mucho más reducidas, pero que mantiene las tres plantas, si bien con una sola vivienda.
Es común el desarrollo del hábitat sobre antiguos asentamientos por ello que en algunos casos se pueden adivinar diversos niveles constructivos, desde cimentaciones de época mozárabe a acabados posrevolución industrial como la forja.
Elemento característico es el porche que se adelanta en la fachada principal por debajo del tejado.
El barro se utiliza de dos formas distintas, crudo secado al sol, como en el caso del adobe o del tapial, o cocido en forma de ladrillo y teja.
Los adobes, al ser colocados uno encima del otro, quedan soldados entre sí y constituyen una masa única.
En el caso del tapial se obtiene esta masa utilizando grandes moldes de madera.
En la ribera navarra del Ebro, los materiales de construcción más frecuente son el ladrillo, el adobe y el tapial.
Por una gran parte de Almería se conserva la casa con terrado, baja y pequeña, generalmente sin patio interior, con ventanas reducidas próximas al techo.
Influencias andaluzas las encontramos en la casa canaria tradicional y en la parte meridional de Extremadura.
La cubierta casi llega al suelo, y por la parte posterior las barracas son redondeadas.
En realidad, actualmente no existen en la Península casas construidas exclusivamente de madera; no obstante, en el País Vasco, Tierra de Pinares y la Alcarria, puede verse por las estructuras actuales que la madera tiene todavía importancia o que la tuvo, y mucha, en otras épocas.
Con ella se construye el denominado armazón del entramado, sistema de marcos rellenos con mampostería, ladrillo, etc.
Suele tener dos o tres pisos, y las paredes exteriores se construyen con marcos de madera rellenos con ladrillo.
En la Alcarria, alto Tajo, con centro en Brihuega, aparece un tipo de casa que se extiende también por la Meseta entre el Henares y el Tajo hasta el Guadiela, y por los páramos calcáreos leoneses e incluso en la Meseta meridional por algunos sectores de la Mancha.
Las chozas toledanas se encuentran en los campos de cultivo y tienen forma perfectamente cónica.
Con gran frecuencia se hallan en sectores de materiales terciarios: conglomerado, areniscas, margas.
Son más numerosas en Córdoba, Granada, Almería, Murcia Guadalajara, Zaragoza, Toledo y Navarra.
Abiertas en las laderas que miran al sur, presentan las puertas arregladas con ladrillo y encaladas.
En Aragón aparece un tipo de cueva que está tan solo medio excavada.
Las cuevas son frecuentes también en los pueblos toledanos, donde se pueden apreciar dos tipos: unas excavadas en los cerros, como las andaluzas, y otras abiertas en el llano a un nivel inferior al de la superficie del terreno (Villacañas), en cuyo caso se debe construir una rampa excavada.