Graduado en el Conservatorio de San Petersburgo, Prokófiev inicialmente se dio a conocer como compositor-pianista iconoclasta y logró notoriedad con una serie de obras ferozmente disonantes y virtuosas para su instrumento, incluidos sus dos primeros conciertos para piano.Prokófiev, que se consideraba a sí mismo ante todo como compositor, resentía el tiempo que le tomaba hacer una gira como pianista, y recurría cada vez más a la Unión Soviética para solicitar encargos de nueva música.[10] Serguéi Prokófiev se inspiró al escuchar a su madre practicando el piano por la noche, en su mayoría obras de Frédéric Chopin y Ludwig van Beethoven, y escribió su primera composición para piano a la edad de cinco años, un Galope indio, que su madre escribió en una escala mayor con un cuarto grado de escala elevado, ya que el joven Prokófiev sentía «renuencia a abordar las notas negras».[14] Era una sencilla, pero brillante historia sobre dos valientes jóvenes que defendían a una damisela frente al peligro de un terrible gigante.[25] Les presentaron al compositor Aleksandr Glazunov, profesor en el Conservatorio de San Petersburgo, que pidió conocer a Prokófiev y su música.Allí interpretó varias de sus obras para piano más aventuradas, como sus altamente cromáticos y disonantes, Etudes op.[40] Prokófiev hizo su primer viaje al extranjero en 1913, fue a París y Londres, donde conoció por primera vez los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev.Poco después viajó a Londres, donde se puso en contacto con el empresario Serguéi Diáguilev.[52] En paralelo durante la Primera Guerra Mundial, Prokófiev regresó al Conservatorio y estudió órgano para evitar ser reclutado.Como resultado, «nuestras relaciones se tensaron y durante varios años la actitud de Stravinski hacia mí fue crítica».Su música posterior había adquirido seguidores en Rusia y recibió invitaciones para regresar allí, pero decidió quedarse en Europa.[70] En París se representaron varias de sus obras, incluida la Segunda Sinfonía, pero su recepción fue tibia y Prokófiev sintió que «evidentemente ya no era una sensación».[79] En 1928 completó su Tercera Sinfonía, que se basaba ampliamente en su ópera no estrenada El ángel de fuego.El director Serguéi Kusevitski caracterizó a la Tercera como «la mayor sinfonía desde la Sexta de Chaikovski».[82][g] Durante los años 1928 y 1929, Prokófiev compuso lo que iba a ser su último ballet para Diáguilev, El hijo pródigo.[94] Después de haber sentido nostalgia durante algún tiempo, Prokófiev comenzó a construir puentes sustanciales con la Unión Soviética.[96] Otro encargo, del Teatro Kírov (como se denominaba entonces al Mariinski) en Leningrado, fue el ballet Romeo y Julieta, compuesto para un guion creado por Adrián Piotróvski y Serguéi Rádlov siguiendo los preceptos de «drambalet» (ballet dramatizado, oficialmente promovido en el Kírov para reemplazar las obras basadas principalmente en exhibición e innovación coreográficas).Sin embargo, el final feliz original del ballet (contrario a William Shakespeare) provocó controversia entre los funcionarios culturales soviéticos.[99] Nikolái Myaskovski, uno de sus amigos más cercanos, mencionó en varias cartas cómo le gustaría que Prokófiev permaneciera en Rusia.En 1938, colaboró con Serguéi Eisenstein en la épica película histórica Alejandro Nevski,[108] parte de su música más creativa y dramática.[109] Sólo meses después del arresto de Meyerhold, Prokófiev fue «invitado» a componer la cantata Zdrávitsa (literalmente traducido «Brindis» o «¡Salud!», pero con más frecuencia conocida por el título inglés Hail to Stalin op.[115] Para sorpresa de todos sus participantes —con los bailarines que habían luchado para arreglárselas con los ritmos sincopados de la música y casi boicotearon la producción— el ballet resultó un éxito inmediato,[116] y fue reconocido como el mayor logro del ballet dramático soviético.Aunque no parecían llevarse bien cuando se conocieron, en los últimos años sus interacciones se habían vuelto mucho más amistosas y Shostakóvich le escribió a Prokófiev que «te deseo al menos otros cien años para vivir y crear.Escuchar obras como tu Séptima Sinfonía hace que sea mucho más fácil y alegre vivir».[148] Ocupó su tiempo organizando los papeles de su marido, promocionando su música y escribiendo sus memorias, fuertemente alentada por Prokófiev a embarcarse en estas últimas.Tanto los ballets como la primera ópera mencionada son conocidos por el público de conciertos desde las propias suites orquestales del compositor basadas en ellos.[160][161] La composición es una obra que ha ejercido una gran influencia en otros grandes compositores posteriores de bandas sonoras, como John Williams y James Horner.[160] Sobre las denominadas «películas de guerra» (Lérmontov, 1941; Kotovski, 1942; Tonya, 1942; y Los partisanos en las estepas ucranianas, 1942), Kevin Bartig comenta que ninguna de ellas «era un proyecto importante para Prokófiev» y estaban «entre los temas realistas socialistas más directos que abordó en cualquier género».Las Cinco melodías para violín y piano, basadas en canciones anteriores, también forman parte del repertorio general.[171] Arthur Honegger proclamó que Prokófiev «seguiría siendo para nosotros la figura más grande de la música contemporánea»[172] y el musicólogo estadounidense Richard Taruskin ha reconocido el «don de Prokófiev, virtualmente incomparable entre los compositores del siglo XX, para escribir melodías diatónicas distintivamente originales».