El teniente Kijé (en ruso: Поручик Киже, Porúchik Kizhé) de Serguéi Prokófiev se concibió originalmente como un acompañamiento musical a la película del mismo nombre, producida por los estudios Belgoskinó en Leningrado entre 1933 y 1934 y estrenada en marzo de ese mismo año.
Afincado en París por casi una década, su música se caracterizaba por la experimentación y la disonancia, cualidades que no concordaban con las reglas culturales predominantes del régimen soviético.
Sigue siendo una de las obras más conocidas del compositor y ha sido grabada en numerosas ocasiones.
[8] Se le brindó un tratamiento preferente cuando realizó su primera visita a la Unión Soviética en 1927 para ofrecer una gira de conciertos.
Hubo subsiguientes visitas, y en 1930 Prokófiev se instaló en un piso en Moscú, a pesar de que mantuvo en París su residencia principal.
Durante este periodo de acercamiento decidió simplificar su lenguaje musical conscientemente con miras a hacerlo compatible con la concepción oficial soviética del arte.
A principios del siglo xx, los cines más grandes empezaron a utilizar orquestas, que acompañaban la película con música clásica de dominio público o, de forma cada vez más frecuente, bandas sonoras originales.
[10] Ya era posible sincronizar la música con la acción en pantalla, en lo que se denominaba enfoque «diegético».
[9] En aquel entonces, en la Unión Soviética, Dmitri Shostakóvich había comenzado una prolífica carrera como compositor de bandas sonoras, con las películas La nueva Babilonia (1929) y Sola (1931).
La elección de Prokófiev fue sorprendente por varias razones: por aquel entonces era más conocido en el extranjero que en la Unión Soviética y su fama como compositor disonante le precedía.
Además, su ballet Le pas d’acier había fracasado por completo en su estreno nacional en el Teatro Bolshói en 1929.
Tenía gran parte de su futuro ya programado, jamás había escrito música para filmes y "no sabía qué tipo de salsa ponerle" [qué estilo les era más apropiado]».
Este proyecto no llegó a materializarse y Tyniánov adaptó el texto en una novela corta que se publicó en enero de 1928.
[17] Fue la primera música que compuso al regresar a su patria rusa en 1933 después de haber vivido diez años en París; es por ello que Prokófiev se encontraba, según sus palabras, «intranquilo y temeroso de caer en el academismo».
[16] Un crítico posterior pensó que la historia de Kijé era perfecta para «un compositor con un ingenio cáustico y humor agudo».
Furioso, exige a sus oficiales que encuentren al culpable so pena de exilio.
[22] El compositor Gerard McBurney destaca los «inolvidables sonidos del saxofón tenor» que acompañan la música de Kijé.
[19] El crítico Ernest Chapman alaba la partitura como «infaliblemente ingeniosa y melódica».
[24] En palabras del propio compositor, crear la suite constituyó «un trabajo diabólico»,[29] y añadió: «me generó mucho más trabajo que la banda sonora en sí, ya que debía encontrar una forma musical adecuada, reorquestar todo de nuevo, pulirlo e incluso combinar algunos temas entre sí».
[24][b] La suite precisa los siguientes instrumentos: barítono (opcional), flautín, dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagots, saxofón tenor, cuatro trompas, corneta, dos trompetas, tres trombones, tuba, bombo, caja, triángulos, platillos, pandereta, cascabeles, celesta, piano, arpa y cuerdas.
[13] Un pasaje en los metales introduce un tema o leitmotiv asociado al fantasma Kijé que, tras una repetición de la marcha y un crescendo en do mayor, pasa al saxofón tenor, un instrumento relativamente novedoso en una orquesta en aquel entonces.
[48] En 1975, Troika sirvió de base para la exitosa canción «I Believe in Father Christmas» de Greg Lake[13] y en 1985 Sting empleó el tema principal del movimiento Romance en su canción pacifista «Russians».
[53] La versión con barítono apenas ha sido grabada; Vladímir Ashkenazi con la Orquesta Sinfónica de Sídney y Andréi Láptev (2010) constituyen un ejemplo reciente.