Como gran parte de los maestros eran también profesores en el Conservatorio, cubren rápidamente las vacantes con jóvenes promesas.
Cordelás intentó imponer desde el principio costumbres como la celebración de conciertos en dos partes (y no en tres), en día festivo y a primera hora de la tarde (las tres del mediodía).
Pero en el tercer concierto ya se habían establecido de nuevo dos descansos, al sexto se volvió al horario nocturno (nueve menos cuarto de la noche), siguiendo la tradición madrileña.
Además tuvo la capacidad de atraer a otros músicos internacionales para dirigir la orquesta, entre los que destacaron Ígor Stravinski y Richard Strauss.
A este tremendo golpe se suma la falta de varios maestros bien fallecidos en los dos bandos durante la contienda, bien exiliados tras el triunfo del general Franco.
Pese a todo, la primera temporada tras el horror de la contienda fratricida, se programa para 1940, y la actividad se mantiene ininterrumpida durante esa década y la siguiente contando con la presencia de directores titulares o invitados como José María Franco Bordons, Pablo Sorozábal, Jesús Arámbarri, Joaquín Gasca, Conrado del Campo, Piero Gamba o Ígor Markévich.
Con este motivo se nombra un nuevo director fijo, Vicente Spiteri, plaza que no había sido cubierta con regularidad desde la muerte de Fernández Arbós.
También en esta época participa, con la casa discográfica Hispavox, en la grabación de un sinnúmero de zarzuelas y óperas españolas, colección muy valorada por su calidad y por ser la primera que acoge la música escénica española sin complejos.
En 1999 se realizan nuevos nombramientos —un nuevo director titular, Luis Antonio García Navarro; un director honorario, Kurt Sanderling; y un maestro compositor asociado, Cristóbal Halffter—; y, a instancias de la Fundación Teatro Lírico, se crea un coro dependiente de la orquesta, y se contrata a Martin Merry para dirigirlo.
La Sinfónica de Madrid significa un punto y aparte en la burocratizada vida orquestal española.