[8] Lampsonius, seguido por Karel van Mander, en el epigrama al pie de la efigie del pintor grabado por Cornelis Cort, elogió sus «obras admirables en tiempos más atrasados que el nuestro», pero también sus riquezas y su generosidad con los necesitados, «el recuerdo de tus últimas voluntades; esas riquezas amasadas por tu pincel dedicadas al consuelo de los necesitados».[10] Nada se sabe con certeza de la formación del joven Rogier van der Weyden.[11] Se presume que pudiera haber entrado hacia 1410 en el taller de Robert Campin, establecido en 1406 en Tournai, donde en 1410 adquirió la ciudadanía.Para otros estudiosos, sin embargo, no se podría descartar que hubiese permanecido todos estos años en Tournai, donde posiblemente por encargo del banquero piamontés Oberto de Villa habría pintado el primero de sus trípticos conservados —aunque desmembrado— con la Anunciación en su tabla central (Museo del Louvre), en la que se aprecia con rotundidad la influencia de Jan van Eyck.[17] El traslado definitivo a Bruselas podría, no obstante, no haber significado el cierre del taller de Tournai, a cuyo frente pudo quedar su sobrino Louis le Duc, también pintor.En ellos Van der Weyden mostraba cómo Herkenbald, hallándose gravemente enfermo, tuvo conocimiento de que un sobrino suyo había cometido una violación y, sin abandonar el lecho donde agonizaba, le dio muerte.[30] Un testimonio de la elevada estima que los monjes seguían teniendo por el tríptico donado por Juan II se encuentra en el diario de viaje de Lodewijck Huygens, hijo del célebre poeta neerlandés Constantijn Huygens, aunque él no llegase a apreciar su valor.De las pinturas que les mostraron solo una despertó su atención: un retrato de Isabel la Católica, que juzgaba sin duda pintado del natural, y terminaba el repaso de la obras vistas anotando: «Nos mostraron otra obra con mucha ceremonia y alabanzas, pero a mí no me parecía gran cosa.Decían que había engalanado el altar del rey don Juan II, fundador del convento, que está enterrado en el lugar en un sepulcro de mármol blanco con gran cantidad de ornamentos escultóricos».[31] Se cree que en 1450, el mismo año del fallecimiento de su hija Margaretha y no antes del mes de junio, cuando todavía se le documenta en Bruselas, viajó a Roma con motivo del Año Santo proclamado por el papa Nicolás V.Según Facio, que decía haber visto en su Génova natal una pintura de Van der Weyden que representaba a una dama en el baño y dos jóvenes observándola a escondidas,[33] a su paso por Italia habría pintado para Lionello d'Este en Ferrara un tríptico del Descendimiento y quizá las dos escenas de la Pasión sobre lienzo que Facio citaba en la colección del rey de Nápoles, todo ello perdido.[35] Según Ciriaco de Ancona, que lo describió admirativamente, el tríptico estaba formado por la Expulsión del Paraíso y el retrato del donante en los paneles laterales y el Descendimiento en la tabla central, pintado todo con admirable verosimilitud, de modo, decía, que más que pintado por mano de hombre parecía engendrado por la naturaleza, madre de todas las cosas.Allí la vio un año después su sobrino, el príncipe Felipe, en el curso del felicísimo viaje que hizo por sus tierras de la baja Alemania, Brabante y Flandes, según el testimonio de Vicente Álvarez, uno de los cortesanos que lo acompañaban, quien dos años más tarde escribió que era la mejor pintura del castillo y quizá de todo el mundo.[48] Felipe II instruyó a Navarrete el Mudo para que reparase los daños con la condición de no tocar el rostro de la Virgen «ni en otra ninguna cosa que no sea vestido o campo como se lo señalé hoy».Las puertas así descritas no eran las originales, posiblemente en blanco, sino las encargadas por Felipe II a Navarrete el Mudo, desaparecidas en fecha incierta.El inusual formato de la tabla, con espina en el centro donde queda cobijada la cruz —cuyo travesaño es exageradamente corto para sujetar al crucificado— podría corresponder a la forma del remate superior de un retablo, en el que las figuras pintadas serían, en realidad, simuladas esculturas policromadas.La nueva técnica de pintura al óleo le permitía atender con precisión a detalles menudos y preciosos, integrados en el conjunto merced a su poderoso sentido de la composición con el que enlazaba las figuras —aunque individualmente concebidas— en un espacio cerrado, rítmicamente relacionadas entre sí por el establecimiento de ciertos paralelismos y correspondencias en las poses y los gestos.[51] Haciendo que sus pinturas pareciesen esculturas superaba el verismo del relieve y sus posibilidades expresivas.No extraña que así lo describieran en el siglo XVII Cassiano del Pozzo, que visitó España acompañando a su señor el cardenal Francesco Barberini, y Lorenzo van der Hamen, hermano del pintor Juan van der Hamen, quien advertía: «parece son de bulto, si no es que se miren muy de cerca».[54] Aunque sobre un fondo negro, que anula la profundidad, el grupo de la Virgen con el Niño de la llamada Madonna Durán se sitúa delante o en el interior de un nicho que parece concebido también para cobijar un grupo escultórico bajo tracerías góticas y sobre una base saliente, redondeada y volada con molduras en su parte inferior.Rogier van der Weyden retrató también a los duques Felipe el Bueno e Isabel de Portugal su tercera esposa, pero ninguno de los retratos originales se ha conservado.[59] Además, tres retratos distintos del duque se relacionan con Van der Weyden.
Calvario
, óleo sobre tabla, 343 x 193 cm,
Monasterio de El Escorial
. Comprado por Felipe II a la cartuja de Scheut, próxima a
Anderlecht
, se instaló provisionalmente en al
palacio de Valsaín
. En 1574 se describe en el inventario de la primera entrega de obras artísticas al monasterio: «Una tabla grande en que está pintado Christo nuestro Señor en la Cruz, con Nuestra Señora y Sant Juan, de mano de masse Rugier».
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4
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La Virgen con el Niño y santos Pedro, Juan el Bautista, Cosme y Damián
(
Madonna Médici
), óleo sobre tabla, 53 x 38 cm,
Fráncfort
,
Städelsches Museum
.