Junto a Amalfi, Venecia y Pisa era una de las cuatro repúblicas marítimas.
La situación geográfica de Génova, en el golfo homónimo, enclavada en una región montañosa sin terrenos fácilmente cultivables hizo que su economía dependiese desde antiguo del mar.
[1] La república fue fundada a principios del siglo XI, cuando Génova se convirtió en un municipio con gobierno propio en el reino de Italia.
En ese entonces los invasores musulmanes atacaban constantemente las ciudades costeras en el mar Tirreno.
En 1066 estalló la guerra entre Génova y Pisa por el control de esta isla.
Génova fue aumentando su importancia como ciudad comercial y comenzó a expandirse durante la Primera Cruzada.
Doce galeras, una nave y 1.200 soldados de Génova se unieron a la cruzada.
La flota genovesa transportó y brindó apoyo naval para los cruzados, principalmente durante el asedio de Antioquía en 1098, bloqueando la ciudad, mientras que las tropas brindaron apoyo durante el asedio.
Como resultado, les concedió a los genoveses una sede, la iglesia de San Giovanni, y 30 casas en Antioquía.
Génova después forjó una alianza con el rey Balduino I de Jerusalén (que reinó desde 1100 hasta 1118).
En el transcurso de los particulares siglos XI y XII, Génova se convirtió en la fuerza naval dominante en el Mediterráneo Occidental, ya que sus antiguos rivales, Pisa y Amalfi, disminuyeron en importancia.
Esto dejó a la República con un único rival importante en el Mediterráneo: Venecia.
Como resultado, todo estuvo a favor de Génova, a la que se le concedió el libre comercio en el Imperio Bizantino; además del control del comercio en manos de comerciantes genoveses, Génova recibió puertos y estaciones de paso en muchas islas y asentamientos en el mar Egeo.
Génova y Pisa se convirtieron en los únicos estados con derechos comerciales en el mar Negro.
En el mismo siglo, la República conquistó muchos asentamientos en Crimea, donde se fundó la colonia genovesa de Caffa.
La primera construyó ciento galeras, sesenta de las cuales pertenecían a la República, mientras que las otras fueron alquiladas a particulares; se contrataron además más de quince mil mercenarios.
Génova arrebató treinta barcos a Pisa, y hundió otros siete.
La derrota de Pisa supuso su declive: nunca más volvió a poder competir con Génova, cuyo control del comercio corso creció.
La ciudad sarda de Sassari, dominada por Pisa, se convirtió en una comuna controlada por Génova.
Comerciantes genoveses se extendieron hacia el sur, a la isla de Sicilia, y al norte de África musulmán, donde establecieron colonias comerciales, buscando el oro que cruzaba el Sahara; establecieron puestos en lugares tan lejanos como Salé y Safí, en las costas del océano Atlántico.
Como resultado de la reducción económica en Europa a finales del siglo XIV, así como su larga guerra con Venecia, que culminó con su derrota en Chioggia (1380), Génova entró en declive.
[4] Amenazado por Alfonso V de Aragón, el dogo entregó la República a los franceses en 1458; Génova se convirtió en un ducado sometido a un gobernador real francés, Juan de Anjou.
Estuvo ocupada por los franceses o los milaneses durante gran parte del período.
Cuando el almirante Andrea Doria de la poderosa familia Doria se alió con el emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico para expulsar a los franceses y restaurar la independencia de Génova, abrió una perspectiva renovada: 1528 marcó el primer préstamo de los bancos genoveses a Carlos.
[4] La ciudad mantenía una de las escuadras que defendían el Mediterráneo hispánico, con entre quince y veintitrés galeras, que tenía encomendada el control del golfo de León y Córcega.
[2] La apertura para el consorcio bancario genovés fue la bancarrota del estado de Felipe II en 1557, que arruino a las casas bancarias alemanas y puso fin al reinado de los Fugger como los financieros españoles.
En mayo de 1684, como castigo por el apoyo genovés a España, la ciudad fue sometida a un bombardeo naval francés, en el que se emplearon unas trece mil balas de cañón.
Hubo una gran insurrección popular en diciembre de 1746, precipitada por un chico llamado Giovan Battista Perasso y apodado Balilla, que arrojó una piedra a un funcionario austríaco y se convirtió en un héroe nacional para las generaciones posteriores.