Sitio de Jerusalén (1099)

Los cruzados, por diversas razones, permanecieron en esa zona durante el resto del año.

Siguieron la orilla de la costa del mar Mediterráneo y encontraron poca resistencia puesto que los gobernantes musulmanes locales preferían firmar la paz y entregar provisiones en lugar de luchar.

Mientras tanto Godofredo, junto con Roberto II de Flandes (que también se había negado a convertirse en vasallo de Raimundo), se reunió con los cruzados que quedaban en Latakia y marchó hacia el sur en febrero.

Otra fuerza separada, aunque vinculada a Godofredo, estaba dirigida por Gastón IV de Bearn.

Godofredo, Roberto, Tancredo y Gastón llegaron a Arqa en marzo pero el asedio continuó.

Pedro aceptó y se sometió a la ordalía, pero finalmente murió de sus propias heridas.

Estos se detuvieron para establecer ahí la iglesia de San Jorge (un santo muy popular para los cruzados) para luego dirigirse a Jerusalén.

Enfrentados a lo que parecía una tarea imposible, la moral del ejército subió cuando un cura llamado Pedro Desiderio aseguró haber tenido una visión divina en la que el fantasma de Ademar le comunicó que debían ayunar durante tres días y luego marchar descalzos en procesión alrededor de las murallas de la ciudad.

Las tropas genovesas dirigidas por Guillermo Embriaco habían desmantelado las naves en las que habían llegado a Tierra Santa y, utilizando la madera procedente de esas naves, construyeron algunas torres de asedio.

Una vez que los cruzados consiguieron entrar en la ciudad comenzaron a realizar una masacre en la cual murieron casi todos los habitantes de Jerusalén.

La masacre se prolongó durante la tarde, la noche y la mañana del día siguiente.

El gobernador fatimí Iftikhar ad-Daula se retiró hasta la Torre de David y acabó rindiéndose a Raimundo a cambio de un salvoconducto para él y su guardia hasta Ascalón.

[4]​ Por otra parte, la Gesta Francorum establece que algunas personas lograron escapar a la toma de Jerusalén vivas.

Señala que no todos los musulmanes murieron, algunos lograron escapar en el caos del asalto final por las murallas este y oeste que habían sido desguarnecidas por los cruzados y llegar a Damasco.

[7]​ Debe mencionarse que esta clase de masacres eran comunes en aquella época si una ciudad o castillo caía tras un asedio, sobre todo cuanto más se resistieran los sitiados.

Tras la victoria, la mayoría de los cruzados consideraron que habían cumplido con sus votos y volvieron casi todos a casa.

Otros caballeros, sin embargo, se quedaron a defender las tierras recién conquistadas.