Pecados capitales

Los siete pecados capitales, como los conocemos, tenían precedentes griegos y romanos precristianos.

La Ética a Nicómaco define las virtudes como el término medio entre dos extremos, cada uno de los cuales es un vicio.

Este anacoreta, inspirándose en el exégeta Orígenes, escribió en koiné Sobre los ocho vicios malvados, una lista de ocho vicios o pensamientos malvados ("logismoi") fuentes de toda palabra, pensamiento o acto impropio, contra los que sus compañeros monjes debían guardarse en especial y en contraposición al "logion" que es un dicho sabio y edificante.

Evagrio postula la necesidad del "praktiké" (cuya significación más cercana sería "vida activa") como actividad inicial necesaria para purificar las pasiones del alma por medio de la "ascesis" (dominar el cuerpo para iluminar el alma), buscar el silenciamiento interior ("hesyquia") a través del"sunesis" (confluir en Dios para lograr entendimiento) y encontrar la "epignosis" (tener una relación íntima con la fuente de ese conocimiento preciso y correcto) con el propósito de alcanzar la "apatheia" (el estado de plenitud espiritual).

Para ello resalta una virtud primigenia: la "enkrateia", cuya significación griega ("dominio propio, control sobre uno mismo") es más amplia que las voces latinas "temperantia" (templanza) y "continentia" (continencia).

Esta es caracterizada como la inclinación a cometer pecado, cuyo fuente bíblica es la Carta de Santiago, capítulo 1, del versículo 13 al 15, y que predomina en el mundo natural (II Pedro,1:4).

Evagrio no utilizaba la noción latina de "gula", sino la voz griega "gastrimargia", que se traduce literalmente como "locura del vientre".

[5]​ En cuanto al tratamiento que se da a la lujuria ("porneia"), los anacoretas estaban obsesionados con el cuerpo ("la carne"), el sexo y la demonología.

Sin embargo, la tentación demoníaca se suplió con la fantasía basada en mitos y leyendas egipcias.

En efecto, "el egipcio" es el nombre que los padres del desierto daban a un demonio cruel y despiadado en las formas de la tentación y al que refiere Evagrio en un pasaje de su tratado ("Si matas a un egipcio, escóndelo bajo la arena").

La acedia describe al monje sin motivación para hacer las cosas y es un punto de ruptura en la relación espiritual del hombre con Dios.

El monje acedioso es flojo para la oración y ciertamente jamás pronunciará las palabras de la oración; como efectivamente el enfermo jamás llega a cargar un peso excesivo así también el acedioso seguramente no se ocupará con diligencia de los deberes hacia Dios: a uno le falta, efectivamente, la fuerza física, el otro extraña el vigor del alma.

La paciencia, el hacer todo con mucha constancia y el temor de Dios curan la acedia.

Kenodoxos o kenodoxia es un término paulino compuesto por kenos ("vacío, vano") y doxa ("opinión").

Así lo entiende Evagrio cuando dice: "(...) serán inútiles el ayuno, la vigilia o la oración, porque es la aprobación pública la que excita el celo.

La soberbia ("hiperēphania" en griego) se refiere a un sentido tonto e irracionalmente corrupto del valor personal, la posición o los logros de uno.

et vitiis, (XXVII y siguientes)― continuaron la idea de ocho pecados capitales.

[6]​ Santo Tomás de Aquino (1225-1274) respetó esa misma lista, con otro orden:[7]​ El poeta Dante Alighieri (1265-1321) utilizó el mismo orden del papa Gregorio Magno en «El Purgatorio», la segunda parte del poema La Divina Comedia (c. 1308-1321).

La teología de La Divina Comedia casi ha sido la mejor fuente conocida desde el Renacimiento (siglos XV y XVI).

Muchas interpretaciones y versiones posteriores, especialmente derivaciones conservadoras del protestantismo y del movimiento cristiano pentecostal han postulado temibles consecuencias para aquellos que cometan estos pecados como un tormento eterno en el infierno, en vez de la posible absolución a través de la penitencia en el purgatorio.

Es identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás, fallando en halagar a los otros.

Se identifica como un egoísmo peligrosamente corrupto, anteponiendo los propios deseos, impulsos, anhelos y caprichos al bienestar de otras personas.

Por ejemplo, una persona Soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón, o ayuda, etc.

Una definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por motivos de raza o religión, llevando a la discriminación.

Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital.

El poeta hispanolatino Aurelio Prudencio (348-410) ya utilizó personificaciones alegóricas de los vicios y virtudes en combate en su poema Psychomachia.

Muchos sermones se inspiraron en los pecados capitales durante la Edad Media, así como no pocos poemas alegóricos.

Una lista de siete virtudes que se oponen a los siete pecados mortales apareció más adelante en un poema épico titulado Psychomachia, escrito por Aurelio Clemente Prudencio, un gobernador cristiano que murió alrededor del año 410 d. C., conlleva la batalla entre las buenas virtudes y los vicios del mal.

Se dice que practicarlos protege a uno contra la tentación de los siete pecados mortales.

Una imagen alegórica que representa el corazón humano sujeto a los siete pecados capitales, cada uno representado por un animal (en el sentido de las agujas del reloj: sapo = avaricia; serpiente = soberbia; león = ira; caracol = pereza; cerdo = gula; cabra = lujuria; pavo real = envidia).
Todo es vanidad por Charles Allan Gilbert
Envidia por Jacques Callot
Pereza por Jacob Matham