Epístola de Santiago

Los primeros manuscritos existentes de Santiago generalmente se datan a mediados y finales del siglo III.

[5]​ Del mismo modo, la Enciclopedia Católica dice: «Los temas tratados en la Epístola son muchos y variados y, además, Santiago no pocas veces, mientras que dilucida un punto determinado, pasa abruptamente a otro, e inmediatamente se reanuda una vez más su argumento anterior».

Jesús tenía dos apóstoles llamados Santiago, pero es poco probable que cualquiera de ellos escribiera la carta.

Un apóstol, Santiago, hijo de Zebedeo, fue martirizado alrededor del 44 d. C.[6]​ Esto sería muy temprano para que hubiera sido el escritor.

[4]​ No contado entre los Doce Apóstoles, a menos que se le asimile con Santiago el Menor,[11]​ Jacobo fue, no obstante, una figura muy importante: Pablo lo describió como «el hermano del Señor» en Gálatas 1:19 y como uno de los tres «pilares de la Iglesia» en 2:9.

Muchos estudiosos consideran que la epístola se escribió a finales del siglo I o II.

15Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?

21¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?

24Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.

[20]​Este pasaje ha sido citado en los debates teológicos cristianos, especialmente en relación con la doctrina de la justificación.

Pablo también enseñó que la fe salvadora no está muerta sino viva, mostrando la gracia de Dios en sus actos de amor (Gálatas 5:6 [«... porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor»]).

Hoy en día, prácticamente todas las denominaciones cristianas consideran que este libro es una epístola canónica del Nuevo Testamento.

Jerónimo da una valoración similar, pero añade que con el tiempo se había admitido universalmente.

Cayo Mario Victorino, en su comentario sobre la Epístola a los Gálatas, cuestionó abiertamente si las enseñanzas de Santiago eran heréticas.

Hay algunos indicios de que algunos grupos desconfiaban del libro debido a su doctrina.

En tiempos de la Reforma unos pocos teólogos, sobre todo Martín Lutero en su carrera temprana,[31]​ argumentaron que esta carta no debía ser parte del Nuevo Testamento canónico.

Primera página de la epístola en el manuscrito Minuscule 319.