El autor se identifica como "Santiago, un sirviente de Dios y del Señor Jesucristo".
La epístola ha sido tradicionalmente atribuida a Santiago el Justo, escrita en Jerusalén entre 48 d. C. y 61 d. C..
Todo lo que se posee en exceso tiene como destinatario natural a quienes carecen de lo necesario.
El Catecismo de la Iglesia Católica recalca que las riquezas no deben generar orgullo ni opresión, sino ser instrumentos para construir una sociedad más justa, guiada por el amor al prójimo.
Es uno de los pecados que «claman al cielo», porque están como exigiendo con urgencia un castigo ejemplar; lo mismo afirma la Escritura del homicidio (cfr Gn 4,10), la sodomía y la opresión de las viudas y huérfanos.
Se enseña así que en los más necesitados ha de verse al propio Jesucristo.
[13] Esta exhortación, en un tiempo en que fácilmente se abusaba del juramento, es un eco casi literal de las palabras del Señor: «Que vuestro modo de hablar sea: “Sí, sí”; “no, no”.
Con esta unción y oración de los presbíteros, señala el Concilio Vaticano II,