Cuando en él habían perdido todos sus bienes, se servían del mismo cuadro o pintura para excitar la compasión de aquellos a quienes contaban sus desgracias.
Por lo común, todo aquel que se había salvado de un naufragio, al llegar a la tierra se hacía cortar el cabello y otros, en el acto mismo del naufragio y lo sacrificaban al mar.
Aquellos cuyas desgracias habían sido tantas que no les quedaba ni para procurarse un cuadro, se contentaban con llevar un palo adornado de banderola e iban con él por los pueblos contando su historia.
Un barco que se encalla en la costa no es considerado naufragio hasta cuando es desguazado en el sitio, siendo dado por pérdida total por sus dueños o compañías de seguros.
En ocasiones los vehículos acaban en el mar debido a que se pierden como parte de la carga de una nave o aeronave, también se arrojan intencionadamente para crear arrecifes, vehículos militares para evitar que sean capturados por los enemigos en una guerra o son arrastrados por las olas, especialmente en los tsunamis.