Durante varias horas, el barco se mantiene al pairo hasta que amaina la tormenta.
Sin embargo, el teniente Richards no es capaz de avistar el sol para situar con precisión al buque en las cartas náuticas.
Los marineros Frederick Joseph Gould y Benjamin Burton estaban encargados de las sondas, pero el capitán no les ordena medir la profundidad del fondo.
Pero la noche era cerrada y el vigía de babor ni siquiera oyó las rompientes.
Luxon despertó en su coy, y el instinto le hizo coger uno de los chalecos cuando corre hacia cubierta.
Un golpe de mar arroja a Luxon al agua, separándolo del buque.
Cuando cae nuevamente al agua, solo viste un jersey y el chaleco salvavidas.
Camina entre los cadáveres y los cuerpos agonizantes de sus compañeros hasta que encuentra a Luxon malherido: las rocas han destrozado su pierna derecha.