Fue un barco pionero en muchos sentidos, pero en conjunto no funcionó bien y terminó naufragando durante un temporal.
El naufragio del Reina Regente influyó en que sus otros dos buques gemelos (el Alfonso XIII y el Lepanto) apenas estuvieran unos años de servicio.
El armamento ligero consistía en seis cañones Nordenfelt de 57 mm y varias ametralladoras.
En los días siguientes se emprendió la búsqueda con la esperanza de encontrarlo resguardado en algún puerto africano, pero la desgracia se confirmó días después, al encontrarse en las playas de Tarifa y Algeciras algunos restos del naufragio.
Sus 420 tripulantes desaparecieron con el buque y sólo se salvó un marinero que quedó borracho en tierra en Tánger.
De todas ellas consideraba como más probable que el súbito temporal sorprendiera a la dotación del buque, y que no les diera tiempo a cerrar las escotillas ni las puertas estancas.
[3] Pocos meses después del hundimiento del Reina Regente, ya en 1896, se planificó la construcción de un nuevo crucero llamado Reina Regente, sin embargo una serie de retrasos por motivos económicos, materiales y administrativos hicieron que su botadura fuera en 1906 y su entrada en servicio en 1910.