[3] La primera mención de Juan Diego se encuentra en el Nican mopohua, (1556), atribuido a Antonio Valeriano de Azcapotzalco, quien habría sido un indígena letrado por conventos jesuitas y que presuntamente habría escrito el primer manuscrito en 1556.
Ya adulto y, atraído por la doctrina de los padres franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía, según Lasso, fue bautizado por los primeros misioneros franciscanos en torno al año de 1524.
[6]El matrimonio fue recogido en una pintura de autor desconocido que se encuentra en una capilla, construida por los vecinos del lugar, junto a la casa donde vivió Juan Diego y el lugar fue registrado en el glifo toponímico de Tolpetlac en Códice Boturini.
Juan Diego hacía un gran esfuerzo al trasladarse cada semana saliendo «muy temprano del barrio de Tlayacac, Cuautitlán, que era donde vivía, y caminar hacia el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac».
La Virgen de Guadalupe le ordenó a Juan Diego que cortara unas rosas que misteriosamente acababan de florecer en lo alto del cerro para llevarlas al obispo Zumárraga en su ayate.
La tradición refiere que cuando Juan Diego mostró al obispo las hermosas flores durante un helado invierno, se apareció milagrosamente la imagen de la Virgen, llamada más tarde Guadalupe por los españoles, impresa en el ayate.
Se ha traducido del náhuatl en ciertos lugares, el nombre Cuauhtlatoa como ‘águila que habla’ (como en Our Lady of Guadalupe and saint Juan Diego: the historical evidence[9] : xx ).
En el náhuatl del siglo XVI, un compuesto de un sustantivo (cuauhtli) y un verbo intransitivo (tlahtoa) indica una relación de comparación en la que el sustantivo desempeña una función adverbial, esto es, el sustantivo describe la manera en la que la acción del verbo se lleva a cabo.
[10]: 172–173 Algunos ejemplos de este tipo de compuesto son pitzonemi, ‘andar sucio’ (lit. ‘vivir (nemi) como cerdo (pitzotl)’, ‘hablar con rudeza’ (lit. ‘hablar como cerdo’).
Se trata de una confusión provocada por las traducciones del Nican mopohua al castellano.
Las indígenas hablan muy pronto de las apariciones e indican con claridad al indio Juan Diego; las españolas son máslentas al principio en las referencias juandieguinas y subrayan más el centro del evento, que es la mediación de la Virgen María.
Las fuentes orales, escritas, representaciones (pinturas, esculturas...) y arqueológicas, muestran cómo en torno al hecho guadalupano se desarrolla una creciente atención y devotio, a la cual va íntimamente ligada la veneración popular del vidente beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin, considerado como «embajador de la Virgen María».
En los lugares vinculados a la vida de Juan Diego se conserva una memoria viva entre los indígenas, ya a partir del siglo XVI, con signos crecientes de veneración.
Sobre el lugar donde la tradición decía que surgía su casa natal se levantó una iglesia en honor de la Virgen.