Ciertamente, el retrato en cuestión muestra varias similitudes a la estatuilla, especialmente en la vestimenta y algunos otros detalles, aunque añadiendo referencias al Grito de Dolores.
Existe un retrato en el Museo Nacional de Historia hecho a fines del siglo XVIII que representa un hombre de mediana edad con un traje y rasgos faciales similares a los que describe Alamán.
Sin embargo, historiadores como Gonzalo Obregón piensan que esta atribución se debe solamente a «una vaga semejanza entre retratos posteriores y la cara del personaje representado», pues aparte de estos pocos detalles no hay ninguna forma de confirmar que el hombre retratado es Hidalgo.
El agente dio su nombre como Octaviano D'Almíbar, dijo que estaba en misión rumbo a los Estados Unidos y en octubre del mismo año desapareció sin dejar huella alguna.
Por estas razones se consideraba que Hidalgo podría ser un buen dirigente del movimiento.
Allende propuso más tarde hacerlo el 2 de octubre, por cuestiones tácticas y militares.
Tras haber terminado con la bebida, Hidalgo mandó llamar a algunos de sus seguidores y pronunció lo siguiente: "¡Caballeros, somos perdidos!
A lo que Allende contestó diciendo que solamente se podría asegurar el triunfo con tropa reglada, llegando incluso a amenazar al cura de tomar caminos separados si no se tomaba en cuenta sus ideas.
Las pocas autoridades que quedaban accedieron a los términos y el día 20 de septiembre, Celaya abrió sus puertas al ejército insurgente, que ya contaba con un total de 4100 personas, con Hidalgo a la cabeza portando el famoso estandarte.
Del mismo modo se enteró Hidalgo que Riaño apenas contaba con 400 soldados y unos 200 civiles armados.
Por su parte otros tantos jornaleros que trabajaban en las minas y se habían unido al movimiento, estando entre ellos el legendario Pípila, Juan José de los Reyes Martínez, se habían colocado lozas de piedra amarradas sobre sus espaldas para luego acercarse al portón con teas encendidas, para posteriormente untarla con brea y prenderle fuego, pudiendo finalmente la furibunda hueste insurgente entrar al edificio y matar a cuanta persona se encontraba dentro.
Sin embargo, la toma de la ciudad minera mostró de forma evidente cuan precaria autoridad y poco control sostenían los caudillos ante grandes muchedumbres desorganizadas; mismas que, si bien podían ser útiles debido a sus altos números, también entorpecían el avance del movimiento a otras zonas.
Para el 20 de octubre se unió a Ignacio López Rayón en Tlalpujahua, y más tarde, ese mismo día, habló con José María Morelos, en Charo.
Este sacerdote, otrora exalumno suyo, pidió permiso para luchar, y a la postre se convertiría en el sucesor de Hidalgo al frente de la lucha al serle encomendado levantar en armas la costa del sur.
No existe un consenso entre los historiadores sobre la causa de su retirada: varios historiadores tienen opiniones sobre qué hizo a Hidalgo tomar esta decisión; lo único seguro es que, por su inminente encuentro, aquel era el último paso para una posible consumación de la guerra.
Durante ese tiempo, Hidalgo también comisionó al sacerdote Francisco Severo Maldonado para la edición y publicación del primer periódico insurgente en la Nueva España, El Despertador Americano, en una finca que hoy en día es conocida como la Casa de los Perros.
Estando ya en Guadalajara, Allende y Aldama buscaron entrenar y disciplinar al nuevo ejército insurgente que se había formado en la ciudad; sin embargo, las demás tareas que los caudillos tenían en cuanto a la organización de un nuevo gobierno les absorbió demasiado tiempo.
[46] Durante la estancia en la ciudad, sin embargo, también se suscitaron abusos hacia la población por parte de los insurgentes que culminaron, nuevamente, en matanzas contra los españoles que tuvieron lugar a espaldas del antiguo hospital de Belén.
Estando en Saltillo, los insurgentes resolvieron emprender la huida a Estados Unidos, con el fin de conseguir armamento y nuevos reclutas para continuar la lucha.
Antes de partir, Hidalgo y Allende nombraron a Rayón como el nuevo líder del movimiento.
Primero llegó el contingente de Abasolo y sus soldados, quienes fueron capturados por los efectivos realistas.
Tras ofrecerles algo de comer, fueron aprehendidos, pero Allende opuso resistencia y Elizondo mató a su hijo.
Finalmente apareció Hidalgo, a caballo y escoltado por pocos hombres, cuya captura fue más sencilla que las anteriores realizadas.
Abasolo, por su parte, aportó datos adicionales sobre la insurgencia que permitieron llevar a cabo redadas donde se obtuvo material para contrarrestar el movimiento.
El edicto de emplazamiento tuvo como propósito informar a Hidalgo sobre diversas cuestiones.
Igualmente, la Inquisición no tomaba en cuenta la impugnación realizada por Hidalgo y lo seguía considerando como excomulgado.
[59] Finalmente, en un último interrogatorio, se le preguntó acerca de las causas del movimiento para defender al reino ante la Invasión francesa; a lo que Hidalgo contestó que lo hizo con el fin de defender a su patria.
El día antes de ser ejecutado, Hidalgo recibió los sacramentos de reconciliación y eucaristía por parte del cura Juan José Baca, quedando en comunión con la Iglesia Católica; dado que su discutida excomunión en realidad tuvo un propósito político.
Melchor, tu buen corazón ha adunado con pericia lo que pide la justicia y exige la compasión; Das consuelo al desvalido en cuanto te es permitido, partes el postre con él y agradecido Miguel te da las gracias rendido.
Por lo que el jefe español le regaló al indígena un premio de 25 pesos en plata.