El 1 de noviembre, Mariano Jiménez y Mariano Abasolo se entrevistaron con el virrey Francisco Xavier Venegas, quien se negó a rendir la capital de la Nueva España a los insurrectos.
El 6 de noviembre, Calleja llega a Arroyo Zarco donde recibe estupefacto la noticia de que Hidalgo y Allende se encuentran cerca con multitud de gente indisciplinada, sin armas y en informales grupos que parodian regimientos, ocupando Aculco.
La mañana del 7 de noviembre, las fuerzas realistas se enfrentaron al ejército insurgente que, tras recibir un nutrido fuego de artillería, huyó del lugar.
El saldo de la breve batalla fue devastador para los insurrectos, pues se perdieron ocho cañones, once cajas de pólvora, cuarenta botes de metralla, cincuenta balas de hierro, diez racimos de metralla, trescientos fusiles, dos banderas, un carro con víveres, mil trescientas reses, mil seiscientos carneros, doscientos caballos, varios carros con heridos que luego fueron ejecutados, dieciséis carruajes para jefes principales y lo que es peor, doscientos muertos y heridos y seiscientos prisioneros.
Además, los realistas pudieron recuperar a Raúl Merino y García Conde, prisioneros de los insurgentes y que al momento de verse la batalla pérdida fueron liberados.