[21] Por otro lado, el aumento de tamaño del Ejército provocó que fuera cada vez más costoso abastecerlo y pagar a los soldados.
El título de princeps (‘primer ciudadano’, propio del Principado), al que no renunció, dio paso al de dominus (‘señor’), de ahí el término Dominado con el que se designa a este nuevo régimen político —aunque contaba con antecedentes porque algunos emperadores del siglo III ya se habían vinculado en sus monedas a Júpiter, Hércules y Marte, o al Sol Invictus como había hecho Aureliano que levantó en Roma un templo en su honor—.
[84] La crisis del sistema tetrártico obligó a intervenir al propio Diocleciano que en 308 abandonó momentáneamente su retiro en Split y convocó una conferencia en Carnuntum.
Se limitó a repetir en todos los documentos oficiales que el paganismo es una «superstición superficial» merecedora de desprecio, mientras consideraba al cristianismo como la «muy santa Ley» divina.
[145] Tras derrotar al «usurpador» Magnencio en 353 Constancio permaneció en Occidente durante los tres años siguientes con el fin de conseguir la unidad religiosa, condición necesaria para asegurar la prosperidad del Imperio.
[150] En definitiva, como ha destacado Claire Sotinel, Constancio fracasó en su intento de unificar una Iglesia cuyo centro institucional fuera el emperador.
En el campo, por supuesto, los cultos paganos continuaron por doquier, aislados del cristianismo o junto a éste», ha advertido esta historiadora británica.
[166] En su proyecto de «restauración» concedió gran importancia a la lucha contra la corrupción, que incluyó la reorganización del palacio imperial, reduciendo su personal.
Y, tal como había hecho Constantino pero en sentido opuesto, redujo a las iglesias cristianas al rango secta licita, sin ningún privilegio.
El emperador Juliano falleció en junio de 363 sin haber dejado descendencia ni haber designado sucesor[210][211] por lo que fueron los altos oficiales civiles y militares los que reunidos nombraron como nuevo emperador a Joviano, un cristiano, decano del cuerpo de oficiales del Estado mayor (primicenius domesticorum).
Pero Joviano nunca llegó a Constantinopla porque por el camino, cuando se encontraba en Capadocia, murió probablemente intoxicado por las emanaciones de un brasero.
[230][231] «Nunca hasta entonces se había sentido tan cerca el fin del Imperio», ha comentado Luis Agustín García Moreno.
La victoria fue para el ejército de Teodosio «favorecido por un fuerte y repentino viento que no se dudó en atribuir a la intervención divina».
Inmediatamente Arcadio, persuadido por Eutropio, convocó al Senado de Constantinopla que proclamó a Estilicón «enemigo del Imperio».
El emperador Valente accede en 376, porque en ese momento está combatiendo a los persas sasánidas en la frontera oriental y las reservas militares son limitadas.
[300] «Toda una serie de potencias, por tanto, fueron adueñándose del viejo corazón imperial formado por la Galia e Hispania», ha señalado Peter Heather.
«La lucha por lo que teóricamente era el trono imperial se había convertido en una pugna homicida por la obtención de un poder prácticamente insignificante», ha puntualizado Peter Heather.
[322] Los cuatro emperadores que gobernaron durante los sesenta años siguientes no formaron exactamente una dinastía aunque estuvieron unidos por un lazo de parentesco: la emperatriz Elia Ariadna.
Este último recurrió entonces a los belicosos isaurios, unos «bárbaros interiores» que habitaban una región montañosa y pobre de Asia Menor.
Con su apoyo en 471 triunfó un motín antigermánico en Constantinopla que le costó la vida al general Aspar y acabó con el predominio militar de los foederati ostrogodos.
Luis Agustín García Moreno, siguiendo a Peter Brown, ha cuestionado la identificación que suele hacerse entre «decadencia» y Bajo Imperio romano.
[394] En la senda iniciada por Weber Mijaíl Rostóvtsev publicaba en 1926 Social and Economic History of the Roman Empire, una obra en la que explicaba la «decadencia» como el resultado del conflicto entre los campesinos y las clases superiores de las ciudades.
En L'Empire chrétien, 325-395 (1947) relativizó la crisis moral, religiosa e intelectual del siglo IV —en este punto no rompió con la visión tradicional— para afirmar la vitalidad imperial y señaló a los bárbaros (esos germanos que «habitan un país horrible») como los culpables de la caída.
«La nueva ortodoxia es que el mundo romano, tanto en Oriente como en Occidente, fue lentamente y esencialmente sin dolor "transformado" en una forma medieval.
No fue una simple transformación, fue una decadencia a una escala que puede razonablemente ser descrita como "el fin de una civilización"», escribe Ward-Perkins.
[414] Otra, «la creciente separación y rivalidad surgida entre las dos provincias occidentales más importantes [tras la pérdida del África romana]: la Galia e Italia».
[419] En 1993 Averil Cameron señaló que «había factores estructurales más profundos, tanto políticos como económicos, responsables de la diferencia.
Las sumas colosales pagadas a los hunos no habían agotado las riquezas del Imperio que permitieron proseguir la política iniciada por Constantino y desarrollada por Teodosio.
[...] El paganismo fue diluyéndose por decrépito y los nuevos ritos orientales, que hubieran podido sustituirlo, no consiguieron la fuerza suficiente.
Sólo el cristianismo manifestó la creatividad, la pasión, la suficiente entrega al ideal y a la universalidad, factores singularmente eficaces para su triunfo final».