Consenso de Washington

[6]​ Joseph Stiglitz escribió por entonces que «las políticas del consenso de Washington fueron diseñadas en respuesta a problemas muy reales en América Latina y tenía sentido considerable aplicarlas» (Stiglitz sería luego un crítico abierto de las políticas del FMI tal como se aplicaron en las naciones en desarrollo).

[8]​ Para Joseph Stiglitz, la aplicación del Consenso de Washington causó un fracaso sin precedentes tras haber prometido el mayor éxito.

Él afirma que una de las fórmulas menos polémicas, la reorientación del gasto hacia la infraestructura, la asistencia sanitaria y la educación, ha sido frecuentemente pasada por alto.

También argumenta que, mientras que las fórmulas estaban enfocadas en reducir ciertas funciones del gobierno (v.g., como propietario de empresas productivas), fortalecerían la capacidad del gobierno para llevar a cabo otras tareas, como apoyar la educación y la salud.

El consenso de Washington ha sido además frecuentemente criticado por grupos socialistas o antiglobalistas.

En lugar de argumentar para abandonar las diez fórmulas originales, Williamson más bien concluye con que son «valores tradicionales» y «no vale la pena debatirlos».

[11]​ El término ha llegado a ser utilizado en un sentido más amplio como sinónimo del fundamentalismo de mercado o neoliberalismo.

En este sentido amplio, Williamson afirma, ha sido criticado por gente como George Soros y por el premio nobel Joseph E.

Si hubieran sido rotundos fracasos habrían presentado sólidas evidencias en apoyo a las políticas recomendadas por el consenso de Washington.

Entre otras cosas, dichas políticas involucraron grandes giros en la dirección hacia una mayor confianza en las fuerzas de mercado, tanto domésticamente como internacionalmente.

Las políticas de sustitución de las importaciones que han sido perseguidas por varios gobiernos de países en desarrollo en América Latina y otros lugares durante varias décadas han dejado sus economías mal equipadas para expandir sus exportaciones lo suficientemente rápido como para pagar el costo adicional del petróleo importado (por el contrario, varios países de Asía Oriental,[cita requerida] que habían seguido estrategias orientadas más a la exportación, encontraban relativamente fácil expandir todavía más las exportaciones y por lo tanto lograron adaptarse a las perturbaciones externas con muchos menos trastornos económicos y sociales).

[29]​ El Consenso de Washington, como fue formulado por Williamson, prevé en gran medida un proceso unilateral de reforma comercial, por el cual los países podrían bajar sus barreras arancelarias y (especialmente) no arancelarias a las importaciones.

Muchos países, incluyendo la mayoría de aquellos en América Latina, han efectivamente llevado a cabo una significativa liberalización unilateral del comercio durante los años posteriores, abriendo sus economías.

5 millones de campesinos tuvieron que abandonar sus tierras, elevando el desempleo urbano.

También ciertos economistas estadounidenses han sido críticos de las políticas promovidas por el FMI, tales como Joseph Stiglitz y Dani Rodrik, quienes han desafiado lo que en ocasiones se ha descrito como las políticas «fundamentalistas» del FMI y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos a las que Stiglitz define como un tratamiento 'válido para todos los casos' de las economías individuales.

Gobind Nankani, un exvicepresidente para África del Banco Mundial, escribió en el prefacio: «No hay un único conjunto universal de normas.

Varias economías del África subsahariana fracasaron en despegar durante los años noventa, a pesar de los esfuerzos en llevar a cabo una reforma política, cambios en los entornos políticos y externos y un fuerte flujo continuo de ayuda extranjera.

Uganda, Tanzania y Mozambique estuvieron entre los países que mostraron cierto éxito, pero seguían siendo frágiles.

A su vez, sus políticas educativas, si bien en buena medida acatadas en Latinoamérica (especialmente en países como Chile y Argentina) donde tenían considerable buena prensa, han sido criticadas desde dentro de estas mismas sociedades en trabajos como el de José Luis Coraggio La educación según el banco mundial, que ponía en entredicho el modelo educativo socialdemócrata y las posibles consecuencias de su implementación, consecuencias que luego se ha visto como ciertas,[cita requerida] y que en buena medida explotaron en la Crisis Educativa en Chile del 2011.

A pesar de estos avances macroeconómicos, la pobreza y la desigualdad se mantienen en niveles elevados en América Latina.

Por ejemplo, se suponía que las leyes laborales flexibles crearían nuevos trabajos, pero la evidencia económica de América Latina no es concluyente en este punto.

Además, algunos sostienen que el conjunto de políticas no tiene en cuenta las diferencias económicas y culturales entre los distintos países.

Moisés Naím, redactor jefe de Política Exterior (Foreign Policy), ha argumentado que no había ningún 'consenso' en primer lugar.

«Nunca hubo un verdadero consenso para tales políticas», dijo, y hoy «un buen número de gobiernos del hemisferio están revisando las hipótesis con las que aplicaron esas políticas en los noventa» y agregó que estos están buscando un modelo de desarrollo para garantizar el empleo productivo.

[59]​ Esta medida suscitó protestas en el sur del país, donde se proyectó subastar estas entidades.

En su campaña, rechazó duramente las políticas de liberalización,[73]​ describiendo al personal del Fondo Monetario Internacional (FMI) como "trabajadores genocidas a sueldo del totalitarismo económico" y sus políticas como una "bomba que sólo mata gente".

[71]​[76]​ Pérez y su sucesor Rafael Caldera intentaron paliar las malas consecuencias de las nuevas políticas neoliberales, aunque estas tuvieron efectos limitados.

Los expertos del Banco Mundial también instaron al país para que sus agricultores pasaran a producir cultivos comerciales para la exportación y usaran los ingresos de divisas para importar comida.

El recién electo presidente de Malaui Bingu wa Mutharika (1934-2012) decidió entonces revertir dicha política.

Esto invita a que se den respuestas desinformativas y desalienta las opiniones no deseadas o desagradables».

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