Las provincias que geográficamente ocupaban la parte central de la desintegrada Gran Colombia, que en ese entonces comprendía los antiguos departamentos de Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena e Istmo, decidieron formar un nuevo Estado.
Sin embargo, este movimiento no contó con una dirección única, lo que permitió su derrota en 1842.
Este país independiente tuvo una duración de trece meses y algunos días; tan pronto como el Gobierno neogranadino logró vencer a los beligerantes, se preparó en el Cauca una expedición militar para invadir el istmo.
El general Tomás Cipriano de Mosquera buscó evitar el inminente conflicto, enviando como comisionados al comandante Julio Arboleda, quien no tuvo éxito.
[5] Es así como el 22 de mayo los rebeldes se pronunciaron en el sur del país y Julio Arboleda intentó capturar San Juan de Pasto, pero fue derrotado; también se dieron levantamientos en Sogamoso, Mariquita, Guatavita y El Guamo.
[12] Melo permaneció en el poder ocho meses, pero finalmente las tropas constitucionalistas del norte y sur del país se unieron, hasta sumar 11 000 hombres, que rodearon a los 7000 melistas que defendían Bogotá.
Estos últimos presentaron resistencia tenaz durante el asalto final a la capital, razón por la cual el partido vencedor desterró a centenares de artesanos al río Chagres en Panamá.
A partir de 1849, durante el gobierno del general José Hilario López, el país tuvo una transformación política y económica fuerte, ya que empezó a reemplazarse la estructura colonial por la del capitalismo.
Así mismo, la República comprendía algunos territorios nacionales, ubicados en su mayoría en las periferias del país.
A su vez, la Corona tenía el monopolio en el comercio de productos manufacturados hacia las colonias.
Por su parte, la producción agrícola era bastante rudimentaria y se centraba en satisfacer las necesidades internas.
[18] De acuerdo con la Constitución,[16] la religión católica era el único culto mantenido por la República.
Al fragmentarse la Gran Colombia, sus países sucesores siguieron usando los mismos emblemas que poseía esta nación de forma provisional, hasta que fueran decretadas insignias propias.
Igualmente el decreto definió la forma y elementos básicos del escudo de la República, los cuales en su mayoría han permanecido intactos desde entonces.