Historia de Florencia

La historia de Florencia se remonta al menos a los tiempos del Imperio romano.

Según algunos historiadores la ciudad habría sido fundada por precisas razones políticas y estratégicas: en el año 62 a. C., Fiesole era una cueva de catilinarios y Cayo Julio César quiso una avanzada a solo 6 km para controlar las vías de comunicación.

La ciudad cesariana tenía el diseño clásico previsto por los agrimensores romanos: cuadrangular y subdividida a su interior por siete calles.

En torno al campamento militar romano comenzaban en tanto a ser construidos todos aquellos edificios que caracterizan las ciudades romanas: un acueducto (del Monte Morello), un foro (en la actual Plaza de la República), termas (al menos dos establecimientos), un teatro y un anfiteatro, mientras el territorio circundante era racionalizado con el parcelado de las áreas cultivadas.

Hoy sin embargo afloran del subsuelo construcciones como por ejemplo el complejo termal descubierto en Plaza de la Señoría.

Pero el monumento más reconocible es el del anfiteatro que, si bien invadido por casas medievales de las cuales despuntan residuos de la primigenia construcción, mantiene todavía su forma elíptica; no por casualidad la calle que lo circunda fue bautizada Via Torta (esto es torcida) Los primeros evangelizadores en Florencia arribaron probablemente del Oriente junto a los comerciantes sirios, griegos y carios.

Y durante la persecución de Decio del año 250 es colocada la decapitación del mártir San Miniato, santo celoforo porque habría recogido su cabeza y caminó hacia el monte donde hoy surge la basílica a él dedicada.

Según estudiosos como Lope Peña, en aquel periodo la ciudad se estaba despoblando: la villa romana encontrada bajo la Plaza del Domo estaba ya dividida en habitaciones más modestas antes de ser abatida para dar espacio a la platea episcopis.

Los bizantinos fundaron la iglesia de San Apolinar, hoy destruida, en honor del santo por ellos particularmente venerado.

En el año 570, la ciudad pasó a manos de los longobardos, los cuales eligieron Lucca como centro principal del área toscana.

Si la obra de San Juan Gualberto había signado un primer golpe al clero corrupto, el problema no estaba sin embargo resuelto, y en toda la península comenzaron a formarse grupos de villanos que se rebelaban a la autoridad del clero: los llamados patavinos.

En Florencia tenía ella un castillo poco fuera de los muros (vecino a la iglesia de San Lorenzo) y su sola presencia ocasional bastó a sedar las rivalidades ciudadanas, al menos hasta su muerte, producida en el año 1115.

Se supone que fueron comúnmente las grandes familias quienes tenían la hegemonía de la vida política comunal.

Si bien en el panorama toscano la ciudad fue de secundaria importancia respecto a Lucca, Pisa o Siena, todo el siglo XII ve la crecida de las producciones del artesanado y la fortísima crecida del comercio.

La misma ciudad, otrora caracterizada por altísimas torres (en realidad verdaderas y propias fortificaciones ciudadanas), documentaba un estado de perenne conflicto.

También a la fidelidad al papa o al emperador, estas dos facciones en lucha estaban seguramente más interesadas en ganarse, también militarmente, el liderazgo político y económico de la ciudad, con el pretexto de los ideales más nobles y genéricos supranacionales.

Estaba formado en aquel periodo un nuevo gremio: los ricos comerciantes, que habían comenzado a ligarse con políticas matrimoniales a la antigua aristocracia, unían el lujo y el refinamiento al gran poder económico de sus empresas, siendo entonces llamados grandes o magnates.

El inicio de las luchas entre güelfos y gibelinos es hecho resalir tradicionalmente a la lucha entre las familias Amidei y Bondelmonti desde el año 1216, pero los primeros encuentros efectivos se dieron cuando Federico II del Sacro Imperio Romano Germánico decidió enviar a la ciudad a Federico de Antioquía (podestá desde 1246) para apoyar al partido gibelino.

El gobierno gibelino respondió institucionalizando los gremios e introduciendo representantes del "pueblo llano" (la nueva burguesía) junto al podestá.

Entretanto, los güelfos se esparcirían por el condado, manteniendo capitales, prestigio y contactos con la Curia pontificia.

La oligarquía mercantil, que debía contrastar la oposición sea de los nobles sea de los otros gremios, los 5 «medianos» y los 9 «menores» cuyo malcontento crecía, mientras se aguaba el contraste entre popolo grasso (pueblo gordo) y popolo minuto (pueblo flaco).

El comercio, las actividades bancarias y las manufactureras se sostenían generando un círculo virtuoso que generaba extraordinarias riquezas, las cuales no llegaban a la gran parte de los mal pagos gremios subalternos de la ciudad y del condado.

Eran excluidos todos los exponentes del pueblo flaco, que no solo no tenían ningún gremio en el cual participar, ni poseían tampoco el derecho de reunirse por cualquier motivo, ni siquiera en confraternidades religiosas.

Se produjo una situación donde una parte eran las familias güelfas dirigentes, arrocadas sobre su posición predominante, y por la otra sus oponentes políticos, excluidos de los cargos, igual que los grupos subalternos.

Así, fue declarada la guerra a la Santa Sede, y se fomentó la revuelta también en otras ciudades sujetas al papado.

Cuando Catalina de Siena, gran mediadora entre los intereses opuestos de los florentinos y del papado , obtiene el reingreso del papa en Italia, se abrieron nuevas tratativas, que sin embargo no tuvieron el éxito esperado.

Por primera vez (o casi) en Europa una clase trabajadora "proletaria" reivindicaba mayores derechos y su protesta, también gracias a un efecto sorpresa, fue coronada por un rápido suceso.

La República de Lucca fue la única ciudad-estado que no se sometió nunca a Florencia, quedando siempre independiente y soberana.

Aprovechó la oportunidad para hacer reformas políticas que llevaran a un gobierno más democrático.

Con el dinero ganado, los Medici, banqueros muy ricos, patrocinaron a diferentes artistas como Miguel Ángel.

Vista de Florencia en el Civitates Orbis Terrarum (segunda mitad del siglo XVI )
Vista de Florencia