Rodolfo I de Habsburgo

Durante su reinado extendió las posesiones de los Habsburgo a Austria y sus dependencias.

Rodolfo hizo visitas frecuentes a la corte de su padrino, el emperador Federico II Hohenstaufen, y su lealtad a Federico y su hijo, el rey Conrado IV, fue recompensada con creces por concesiones de tierras.

Varios enfrentamientos llevados a cabo con éxito contra los obispos de Estrasburgo y Basilea aumentaron aún más su riqueza y reputación, incluyendo los derechos a través de varias zonas de la tierra que él adquirió a abades y otros.

Para ganar la aprobación del Papa, Rodolfo renunció a todos los derechos imperiales en Roma, el territorio papal, y Sicilia, y se comprometió a liderar una nueva cruzada.

En noviembre de 1274 se decidió por la Dieta Imperial en Núremberg que todos los Estados de la corona incautados desde la muerte del emperador Federico II debían ser restaurados, y que el rey Otakar II debía responder a la Dieta por no reconocer al nuevo rey.

Otakar fue puesto bajo la proscripción imperial, y en junio de 1276 se le declaró la guerra.

Rodolfo reunió cerca de 20.000 soldados que, sumados a los 18.000 aportados por Ladislao, consiguieron vencer a las tropas checas y germánicas de Otakar, que murió en la batalla.

Rodolfo volvió a interesarse por las posesiones en Austria y las provincias adyacentes, que pasaron al dominio real.

Pasó varios años implantando su autoridad allí, pero encontró algunas dificultades en el establecimiento de su familia como sucesores del imperio en esas provincias.

Los Príncipes del Imperio no permitieron a Rodolfo dar todo lo que se había recuperado de los dominios reales a sus propios hijos, y sus aliados también necesitaban sus recompensas.

Rodolfo no tuvo mucho éxito en el restablecimiento de la paz interna.

La mayoría de sus hijas también le sobrevivió, excepto Catalina, que murió en 1282, y Hedwig, en 1285.

La tumba de Rodolfo I en Espira .
Pedro Pablo Rubens y Jan Wildens : Acto de devoción de Rodolfo I , Museo del Prado . La anécdota, transmitida por diversas fuentes, narra que Rodolfo I y su acompañante cedieron sus monturas al sacerdote y al acólito que llevaban el viático a un moribundo atravesando un bosque un día lluvioso, por lo que el sacerdote impresionando con tal acto de devoción le habría profetizado la grandeza de la casa de Habsburgo por él fundada.