El arquitecto italiano se convirtió entonces en maestro de Rodríguez, de forma que a su muerte en 1736, su sucesor al frente del proyecto del Palacio Real, Giovanni Battista Sacchetti, lo mantuvo con él.
En 1741 ostentaba ya el cargo de aparejador segundo del Palacio Real.
Rodríguez lo situó en un ambulatorio gótico, de forma que resplandeciera gracias a la iluminación posterior e indirecta, por cuyo medio se consiguen unos espectaculares efectos.
Sin embargo, Fernando VI encarga al arquitecto francés Jacques Marquet importantes obras en Aranjuez y, tras su muerte, el nuevo rey, Carlos III, lo aparta de las Obras Reales (al igual que a Sacchetti), nombrando, en 1760, como Maestro Mayor de las Obras Reales al palermitano Francesco Sabatini, quien ya había trabajado para él durante su etapa como rey de Nápoles y Sicilia (como Carlos VII), concretamente en la construcción del Palacio Real de Caserta, obra que dirigió su maestro y suegro Luigi Vanvitelli.
El proceso era el siguiente: cuando un ayuntamiento quería reparar o construir un edificio municipal, encargaba a un maestro local que preparase un proyecto con los planos, alzados y coste aproximado de la obra, que era enviado al Contador General de Propios y Arbitrios del Reino, Gaspar Becerra, quien a su vez lo trasladaba a Ventura Rodríguez para su estudio, quien si lo estimaba conveniente reformaba algunos aspectos o realizaba un nuevo plan; todos sus informes volvían al Contador General para presentarlos a la Sala Primera de Gobierno del Consejo de Castilla, donde se tomaba la decisión final, que era remitida de nuevo al ayuntamiento.
Dada la escasa sensibilidad hacia las obras del Medievo de que hicieron gala todos los artistas de la época, no tuvo reparo en derribar el primitivo templo románico[cita requerida] del que no ha quedado sino una parte del transepto y la Puerta de las Vírgenes que lo comunicaba con el claustro.
En cuanto a la provincia almeriense, los templos en los que trabajó se hallan en Alhabia de Taha (1777), Gádor y Olula del Río (ambos en 1780), Benahadux (1783) y la capital, en la que proyectó el trascoro y el tabernáculo de la capilla mayor de la catedral, ejecutados por el escultor Eusebio Valdés, aunque en este último caso se alteró parte del mismo.
Un notable edificio suyo que lamentablemente no se conserva es la iglesia del convento de los Padres Premonstratenses (en España más conocidos simplemente como Mostenses), dedicado al fundador de la Orden, san Norberto.
Tenía una bella fachada convexa flanqueada por dos torreones, pero fue víctima del desenfrenado plan de apertura de plazas del rey intruso José Bonaparte (al que por algo llamaban Pepe Plazuelas).
No obstante, los arquitectos a los que se encargó dirigir esta operación, tanto Silvestre Pérez (arquitecto real) como Juan Antonio Cuervo, se negaron, ya que al valor artístico de la obra se unía el hecho de que ambos habían sido discípulos precisamente de Ventura Rodríguez.
Sin embargo, sus informes negativos no sirvieron de nada y en 1811 una nueva orden real acabó por echar abajo lo que quedaba del edificio.
A su labor en el campo de la arquitectura se une el diseño de varias fuentes (aunque la ejecución material fue encomendada a escultores, ya que no era esa su profesión).
A su vez está prevista la creación de un museo etnológico municipal que lleve su nombre.
En Leganés una plaza del casco antiguo lleva su nombre y en 1998 se le erigió una estatua en la rotonda que da acceso al barrio de Valdepelayo y al polígono industrial Polvoranca, obra del artista Fernando Bellver (Premio Nacional de Arte Gráfico 2008).