El rey Víctor Manuel III lo donó al Estado en 1919 y, desde 1926, una parte del edificio alberga la Academia Aeronáutica.
[1] En la actualidad es un museo abierto al público y ha sido empleado en varias ocasiones como escenario para películas de ficción.
En él también participarían los discípulos de Vanvitelli, entre ellos Francesco Sabatini, que luego emprendería también proyectos en Madrid.
Las dos primeras plantas presentarían un acabado almohadillado típico de la arquitectura palaciega, mientras que los piano nobile se remarcarían con columnas colosales en tres resaltos, uno central y dos en los extremos.
[8] Vanvitelli supo alcanzar el objetivo del rey, emular sus dos palacios favoritos: Versalles y La Granja de San Ildefonso.
[9] En 1756, para dar a conocer su proyecto, Vanvitelli publicaría una recopilación de grabados con planos, alzados y detalladas explicaciones llamado Dichiarazione dei disegno del reale palazzo di Caserta.
La publicación constituye una obra fundamental para conocer las ambiciosas ideas del arquitecto, muchas de las cuales jamás se llegarían a realizar.
[14] A pesar de todo, el arquitecto se mantenía ilusionado con la construcción del palacio.
En 1766, aunque las obras no habían acabado, Ferdinando Galiani quedó extasiado ante la belleza de la construcción, juzgándola aún más bella que Versalles.
[17] Fue el único espacio que vio terminado Vanvitelli, que falleció en 1773 y dejó a su hijo Carlo a cargo del último tramo de la construcción del palacio, aunque su talento artístico era inferior al de su padre.
No queriendo esperar a la finalización de los cuartos del rey y de la reina, Fernando IV y María Carolina decidieron instalarse en los cuartos en origen destinados a los príncipes, actualmente denominados Appartamento Vecchio o del Settecento.
Con la conquista de España en 1808, José fue enviado a gobernar allí y su cuñado Murat se convirtió en el nuevo monarca.
Ya desde 1807, José Bonaparte se afanó en proyectar nuevas decoraciones neoclásicas de carácter laudatorio.
En lo sucesivo, contrariamente a la creencia popular, el palacio no sirvió como residencia veraniega, sino durante estancias invernales en los meses de diciembre y enero, así como para cortas visitas en primavera.
[33] Los apartamentos reales del palacio se abrieron como museo en 1919, mientras que el resto de las estancias acogieron organismos oficiales.
[38] A la derecha del vestíbulo, para no entorpecer la perspectiva del parque, se encuentra la escalera de honor que arranca en un solo tramo y se divide en dos al alcanzar el primer rellano, permitiendo contemplar toda la estructura arquitectónica de los vestíbulos.
Sus 117 peldaños y los demás elementos decorativos (balaustrada, frisos...) están tallados en mármoles de diversas tonalidades.
El vestíbulo superior reproduce las proporciones y el esquema del inferior, aunque está dotado de mayor grandiosidad gracias a su mayor tamaño y a la gran bóveda de estilo palladiano que lo cubre.
[40] Tiene la misma forma que una galería, rematada por un ábside semicircular y flanqueada por una columnata de mármol.
Está consagrada a la Inmaculada Concepción como representa el único cuadro que adorna el sencillo altar, obra de Francesco Solimena, y fue inaugurada en la misa del gallo de 1784, en presencia del rey y toda la corte.
[42] En la mayoría de las estancias predomina el estilo imperio, pero algunos cuartos han mantenido un aspecto típicamente rococó.
Están amuebladas en estilo Imperio, de una manera menos ligera que el Appartamento Vecchio.
[55] El escenario es muy pequeño, pero en su época contaba con la más avanzada tecnología, pues su parte trasera se podía abrir al parque creando un fondo natural.
Sin embargo, en la fachada trasera el parque se mantiene intacto: praderas, lagos artificiales, glorietas con estatuas e hileras de árboles que flanquean el larguísimo estanque que sirve de eje del conjunto».
Aquí Vanvitelli tuvo que poner en práctica su faceta de ingeniero, aunque contó con la ayuda del experimentado Francesco Collicini.
[64] Muy cerca de la cima del monte, el agua traída por el Acueducto Carolino comienza su descenso a través de la grande cascata[65] cuya acentuada verticalidad hace que alcance una gran velocidad que le permitirá continuar su recorrido.
El torrente de agua llega al jardín italiano con mucha menos velocidad, pero sirve para alimentar sus numerosos surtidores.
Este jardín no fue diseñado por Vanvitelli, pues la reina María Carolina lo encargó poco después de la muerte del arquitecto.
[68] Situado en la parte oriental del parque, reúne en sus 250 000 metros cuadrados una gran variedad de especies exóticas que, sin embargo, se aclimataron muy bien a las suaves condiciones meteorológicas napolitanas.
Hay varios lagos artificiales, un riachuelo y las plantas crecen en aparente libertad entremezcladas con estatuas, creando un efecto evocador muy del gusto romántico.